Vivir para Dios: lección contra la ganancia y el egoísmo
Hoy, lunes, es un día que necesitamos mucha fuerza para empezar la semana, los trabajos. Y la homilía diaria nos ayuda a enriquecer nuestro corazón para estar siempre conectados con el Corazón de Dios.
Y el Evangelio de hoy, que se encuentra en Lucas 12,13-21, nos traerá algo importante para vivir la voluntad de Dios: “Necio, esta misma noche te reclamarán la vida. Y lo que has acumulado, ¿para quién será?” (Lucas 12,13-21).
El peligro de acumular bienes sin confiar en el Señor
Jesús nos cuenta la parábola de un hombre muy rico, que acumuló grandes cosechas y decidió vivir solo para el placer. Aquí está la gran dificultad del mundo de hoy: acumular, acumular y acumular solamente para buscar el placer, el poder, el tener. Dios no está en contra de aquel que, con su sudor, con su vida de trabajo, conquista las cosas. El Señor no está en contra de eso. El Señor nos está diciendo que no pongamos nuestras esperanzas en aquello que acumulamos.
Por eso, el Evangelio de hoy nos confronta con una pregunta decisiva: ¿para quién estoy viviendo?
Jesús no critica el trabajo, el esfuerzo ni el cuidado de los bienes. Él denuncia la actitud del corazón, la codicia, el egoísmo, la ilusión de la seguridad sin Dios.
Desprender el corazón de las riquezas materiales
El hombre de la parábola parece tenerlo todo –tierra, cosecha, graneros, confort–, pero le falta lo principal, la sabiduría del corazón. Él habla consigo mismo, piensa solo en sí, planea un futuro encerrado en sus propias riquezas. Es decir: le dirás a mi alma, tienes muchos bienes acumulados, descansa, come, bebe y disfruta. Pero se olvidó de que el alma no se alimenta de graneros, y la vida no está bajo nuestro control. El Señor puede llamarnos en cualquier momento.
¿Cómo estará nuestro corazón? ¿Está atrapado en las riquezas, en los bienes? ¿O estará anclado en el amor de Dios, que es nuestra única salvación y nuestra única esperanza?
Que el Señor nos ayude a tener nuestro corazón desprendido para vivir en la voluntad de Dios. Y que Él nos bendiga en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Amén!
