“Hacen todas sus acciones solo para ser vistos por los demás” (Mateo 23,1-12)
Cuidado con las apariencias
Hermanos y hermanas, vivir de apariencias no es algo que convenga a nosotros los cristianos, no es algo que convenga a los católicos.
Esto vale para la vida cotidiana, pero vale también para la vida espiritual y para la vida de oración. No debemos vivir de apariencias.
¿Cuántas veces nos revestimos de exterioridad, pero no tenemos vida interior, no tenemos vida con Dios! Cuando digo exterioridad, digo revestirse de reglas, revestirse de cosas que, a veces, recuerdan o se asemejan más a cosas supersticiosas que a una vida de entrega a Dios verdaderamente.
Tengamos cuidado con las apariencias, entonces, no está prohibido tener realidades externas que nos lleven a la oración.
Lo que Jesús dijo en el Evangelio de hoy es que tengamos cuidado para que eso no sea solo apariencia. Y si es solo apariencia, es realidad vacía, es sepulcro blanqueado. Por fuera es maravilloso, pero por dentro está lleno de cosas muertas y podridas.
Entonces, tengamos cuidado para que nuestra vida no sea solo de apariencia.
Lo que hacemos es para Dios, Él nos ve todo el tiempo, entonces es para Dios, porque Él nos ve en todo momento, desde el momento en que nos despertamos, dormimos, todo lo que hacemos Dios lo está mirando. Lo que hacemos es para Él. Entonces, no necesitamos hacer o vivir como si fuera para que los demás lo vieran.
¿Saben cuándo escuchamos, en el Evangelio, que cuando hacemos caridad o damos limosna, que nuestra mano derecha no sepa lo que hizo la izquierda? Entonces, que seamos así también en nuestras actitudes de oración. Que sea siempre una vida con Dios, una vida de comunión con Dios.
Esto basta para que crezcamos, para que seamos mejores y aprendamos a vivir bien en este mundo como un don para los demás. Un don para Dios en primer lugar, pero también un don para los demás.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!