“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto” (Jn 14, 6- 7).
Hoy, celebramos la fiesta de dos apóstoles, dos seguidores de Jesús: Felipe y Tiago Menor, porque hay otro Tiago también discípulo de Jesús. Felipe es aquel que se acerca de Jesús para pedir que Él muestre el Padre, muestre a todos el Padre, porque él quería conocerlo. Es para Felipe que Jesús responde: “Quien me ve, ve el Padre”.
No pensemos que estamos caminando en la dirección equivocada, pues el camino que nos guía al corazón del Padre tiene nombre, y se llama Jesús. La verdad que el Padre tiene para darnos, la verdad eterna del padre se llama Jesús. La vida que el Padre nos da, la vida eterna que nos salva, se llama Jesús. Por eso, quien quiere ver el Padre como Filipe esta clamando, necesita ver Jesús, encontrarse con Él.
Solo quien lleva la vida en nombre de Jesús es capaz de morir también por amor a Él
Los discípulos que celebramos hoy fueron los primeros invitados a disfrutar de la comunión con el Padre en la persona de Jesús. Así como ellos, nosotros, muchas veces, también caminamos con Jesús, pero sin tener la consciencia, sin despertar para esta verdad: el Padre esta en nuestro medio, el Padre esta nos amando, está cuidando y nos guiando por el camino de Su corazón.
El Padre nos guía por las manos y por el corazón de Jesús, y por eso necesitamos permanecer en Él para que el amor de Dios este en nosotros. Necesitamos ser apóstoles en nombre de Jesús, necesitamos emprender y llevar el nombre de Él a los corazones, porque no hay salvación para el mundo en que estamos, para nuestras casas, para nuestras familias ni para nuestra propia vida, aún que sea en el nombre de Jesús. Proclamemos, más que nunca, el santo y poderoso nombre de Jesús.
Tanto Felipe como Tiago, los dos apóstoles que celebramos hoy, murieron dando la vida en nombre de Jesús, dando testimonio del amor que recibieran. Fue ese amor que inflamo el corazón de ellos. Aún que, en el primer momento, estuviera tímidos y no tuviera consciencia, una vez que se llenaron del Espíritu, una vez que fueron testimonias de la Resurrección y fueron tomados por la Palabra de Jesús, no excitaran de proclamar, anunciar y llevar la vida en nombre de Jesús.
Solo quien lleva la vida en nombre de Jesús es capaz de morir también por amor a Él. Que nuestra vida, nuestro apostolado sea realizado en el poderoso nombre de Jesús. Con Él queremos vivir, con Jesús y por Él queremos también morir.
¡Dios te bendiga!