24 Nov 2018

Vivamos en función de la eternidad

Vivamos nuestra vida aquí en la Tierra en función de la eternidad

“Pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección” (Lucas 20, 35-36).

El Evangelio nos señala la gracia de la vida eterna, de la bienaventuranza eterna, de estar para siempre en la presencia de Dios, esta es la primera perspectiva: no podemos perder la expectativa de la vida futura. Necesitamos vivir la vida presente aquí en la Tierra, trabajamos y construimos la vida porque es ella que construye nuestra eternidad junto de Dios.

La primera cosa: viva el tiempo presente con toda la intensidad de tu corazón, pero no se apague al tiempo presente como si él fuera eterno, porque cuando muchas personas enfrenta la realidad de la muerte, de la vida pos muerte, tiene incluso dudas, no saben lo que va ser.

¡Si la vida aquí en la Tierra con Dios es una bendición, la eternidad para siempre es una bendición sin fin! Es esta bendición que nosotros esperamos y aspiramos para todos nosotros. Por eso, vivamos nuestra vida aquí en la Tierra en función de la eternidad.

No podemos apegarnos a nada, tenemos que amar. El marido y la mujer necesitan amarse, pero no pueden apegarse un del otro como si fuera vivir eternamente. Es eso que el Evangelio nos esta apuntando, una vez que murió como prometió en el matrimonio: “Hasta que la muerte lo separe”. Nuestro matrimonio eterno es solo con Dios, nuestra satisfacción plena como persona humana se da solo con la presencia de Dios.

Dios nos satisface en este vida presente y necesitamos alimentarnos de Dios, necesitamos alimentarnos del sagrado, necesitamos alimentar nuestra vida mística y espiritual, nuestra relación con Dios.

Muchas personas no saben lo que es eternidad porque en el tiempo presente no se alimentan del alimento espiritual, no alimentan su espiritualidad y, por eso no tiene el sabor del Cielo y la presencia celeste en su propia vida.

San Pablo exclamaba: “Para mí vivir es Cristo y morir es lucro”. Por supuesto que vamos vivir nuestra vida presente aquí en la Tierra de la forma más intensa, pero sin jamás perder la perspectiva de la eternidad, de la vida futura, bienaventurada en la presencia eterna de Dios.

No deje el materialismo tomar cuenta de tu cabeza, de tu mente y de tu corazón, queriendo dar explicaciones materiales o sentimientos para la vida que nos espera.

Algunos preguntan: “¿Padre, como va ser la eternidad?”. Si yo pudiera explicar ya no sería más eternidad, porque la eternidad huye al alcance de nuestra materialidad, porque lo que nos espera la materia no puede absorber, pero la materia va ser absorbida por la presencia eterna de Dios en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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