27 Feb 2021

Vivamos la dimensión del amor en nuestras actitudes

“Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores” (Mt 5, 44).

La máxima del Evangelio es el amor, y no existe nada más sublime e importante, para sernos seguidores de Jesús, que amar. Podemos seguir Jesús, predicar Jesús, hablar de Jesús, anunciar Jesús e incluso pelear por causa de Jesús, pero si no vivimos la máxima de amor no estaremos con Nuestro Señor.

Si queremos amar Jesús, nosotros debemos amar, incluso, nuestros enemigos. Porque hay aquellos que no son nuestros amigos, y no solo no son amigos, pero se comportan como aquellos que están contra nosotros: actúan, difaman, hablan mal, siembran el mal sobre nosotros. Sin juzgar ni condenar, llevamos a ellos el amor de Dios que esta en nosotros, el amor de Dios que impera en nosotros.

Muchas veces, ese amor de Dios no es imperativo en nuestra vida; lo que, muchas veces, impera en nosotros es nuestro egoísmo, nuestros orgullos herido, nuestras vanidades, es la voluntad de prevalecer, de ser dueño de la verdad y de la razón. ¡No! Aquel que es verdaderamente tomado por la gracia divina, tu corazón es ocupado por el amor de Dios.

Aquellos que se parecen con Dios viven intensamente el amor de Él

Estos días alguien me dijo: “Padre, no consigo perdonar”. Yo digo que hay situaciones que también no consigo, por lo menos el perdón humano. El perdón en que sumerjo es el perdón divino, aquel que primer recibí de Dios. Aquel perdón que me lavo. Me purifico y renovó es el mismo perdón que dono incluso para quien no consigo humanamente perdonar. Por eso, mi mentalidad cristiana no puede ser la mentalidad mundana, en el cual elijo quien consigo amar, y los demás simplemente descarto.

El amor es para todos, incluso para los enemigos. Y si hay aquellos que nos persiguen por palabras, actos y actitudes, nuestro amor por ellos va ser por la vía de la oración. Oración que desea el bien, oración para que todas las intenciones sean logradas y, especialmente, que el amor de Dios este en ellos.

¿Cómo rezamos por aquellos que nos persiguen y no quieren nos ver bien? Si queremos la santidad, necesitamos lograr la perfección evangélica. Para personas imperfectas como nosotros – es como decimos, “solo Dios es perfecto” -, Él vino traernos la forma que necesitamos tener: sernos parecidos con Él, porque el pecado nos hizo perder esta dimensión bella de la creación. Sernos parecidos con Dios no es en la dimensión física, como algunos quieren imaginar. Sernos parecidos con Dios es sernos lo que Él tiene de más divino que es el amor. ¡Si Dios es amor, como necesitamos ser amor en todo lo que vivimos!

Cuanto más amamos, más perdonamos; cuanto más vivimos la dimensión del amor, incluso para quien no nos quiere viene, más somos parecidos con Dios. Muchas veces, estamos muy feos, horrorosos, no por causa del físico, pero porque el corazón acumula tristeza, rencor, resentimiento, mucho odio y practicas que no son del amor. Aquellos que se parecen con Dios viven intensamente el amor de Él que esta en nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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