“Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna” (Jn 12, 24-25).
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Hoy, la Iglesia celebra la Fiesta de San Lorenzo. Y el Evangelio de hoy retrata no solo el resultado de la vida de este santo, pero también el llamado de todo cristiano, que es el de estar listo para ofrecer su vida — esta vida nuestra que es pasajera —, sin dejar la vida eterna.
San Lorenzo, como nosotros sabemos, supo ofrecer su vida así como una semilla que, cayendo en la tierra, muere; pero, muriendo, produce muchos frutos.
Seguir a Cristo es comprender y vivir el desapego de esta vida, desapego de los bienes materiales
Mis hermanos, el camino de seguimiento a Cristo compuerta el martirio de esta nuestra vida presente; compuerta renuncia de esta nuestra vida, que es pasajera, que va pasar, pero compuerta también no renunciarse a la vida eterna.
San Lorenzo — que fue ese diácono que derramó su sangre, pero principalmente supo morir para sus voluntades egoístas, para fructificar en la voluntad de Dios y en la caridad al prójimo —, antes mismo de sufrir el martirio, fue un hombre muy comprensivo, ayudo mucho los pobres. Al ser cuestionado sobre las riquezas de la Iglesia, ha reunido los pobres y dijo: “Aquí esta la riqueza de nuestra Iglesia”.
Seguir a Cristo es comprender y vivir el desapego de esta vida, desapego de los bienes materiales, desapego de nuestras propias voluntades, desapego de nosotros mismo, para tener como garantía solo la promesa de Dios, la promesa que el Señor hoy nos hace, pero quien hace poca cuenta de su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!