“Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios” (Lucas 12,9).

Mis hermanos, hoy, estamos celebrando Santa Teresa D’Ávila. Nacida en el año 1515 y que hizo un camino bonito de santidad. Y el Evangelio también viene al encuentro de aquello que ella ha vivido. El Señor llamó la atención para que la multitud, para que el pueblo de DIos, para que también los fariseos, los escribas, Sus discípulos estuviesen atentos a no renegar, a no renegar a Él delante de los hombres.

Aquí, de forma especial, el Señor esta hablando a Sus discípulos: “Mira, ustedes pasarán por dificultades, por probaciones, por persecuciones, pero no me nieguen. Testimonio delante de los hombres”.

Mis hermanos, creemos que Él es nuestro Dios, creemos que Él es nuestro Señor, nuestro salvador; no podemos negar a Él delante de los hombres. Así como tu, posiblemente, tiene un compromiso; si tu eres casado, tiene un compromiso con tu conyugue; tu eres padre, madre, tiene un compromiso con tu hijo, con tu hija. ¿Tu no puedes negar quien es tu esposa, quien es tu marido? Tu no puedes negar tu hijo, dejar de cuidar de tu hijo.

Cuidemos de vivir nuestra fe, cuidemos de vivir en el Espíritu y siempre unido a Él

Mis hermanos, también no podemos negar nuestra fe; creemos en Dios, creemos en Nuestro Señor Jesucristo y debemos llevar Sus enseñanzas, debemos vivir Sus enseñanzas.

Tu, padre, cuida bien de tu hijo, de tu hija, de tu casa, de tu coche, de tus bienes, pero cuidemos de nuestra fe, cuidemos también de vivir la Palabra de Él, de vivir en la verdad, de vivir en la honestidad, de vivir el servicio a Él. el bien que nosotros realizamos contara en el día de nuestro juicio. El Señor va coger — estoy jugando aquí —, él va coger el cuaderno y va verificar: “Tal persona ha vivido la Palabra; estremeció aquí en sus estudios, no ha tratado bien a tu esposa, pero, después, él pidio perdón”. Después, prestaremos cuentas delante de Él.

No es solo negar a Él con las palabras, pero la negación de la vida. Es esta negación del cuidado con tu familia, con tu esposa, con tu hijo; haber negado no solo doctrinalmente, pero negar el Señor en el día a día, en el pobre que pide, en la falta de oración, en la falta de perseverancia. Desgraciadamente, negamos el Señor también de muchas otras formas.

Que el Señor nos ayude a vivir nuestra fe, a testimoniar nuestra fe, a cuidarnos de vivir, de hecho, la fe que nosotros profesamos. Como cuidamos de muchas cosas aquí en este mundo, como cuidamos de nuestra salud, cuidemos de vivir nuestra fe, cuidemos de vivir en el Espíritu y siempre unido a Él y, consecuentemente, testimoniar a Él y no negar a Él delante de los hombres, para que en el Cielo Él nos acoja: “Bienvenido, benedicto, tu no me has negado. Tu me has testimoniado para este mundo con una vida santa”.

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!