“Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo” (Mateus 6,1)
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Hoy, comenzamos el tiempo de la Cuaresma; que son estos 40 días de preparación para la celebración de la Pasión, Muerte y Resurección de Jesús.
La Cuaresma es tiempo privilegiado de conversión, de combate espiritual, de ayuno medicinal y caritativo, peor, especialmente, es tiempo de oración y de profunda escucha de la Palabra de Dios.
Son estos los ejercicios espirituales: la limosna, la oración y el ayuno. Y, en este tiempo, nosotros somos llamados a realizarlos, con el objetivo de estarnos preparados y en condiciones de coger los frutos de la redención que nos fue ofrecido por el sacrificio de Jesús.
No desperdiciemos este tiempo, esta oportunidad de recibir los bienes eternos de Dios
Llamamos de ejercicios espirituales porque, de hecho, exigen un esfuerzo personal para ser realizados, no solo como una practica externa, pero principalmente en su debida intención: como algo interior, visible solo para Dios. Y si nosotros no hacemos con el verdadero sentido, estos ejercicios espirituales se convierten vacios y externos, es decir, visibles a los hombres, pero estérel delante de Dios.
Y Jesús, en el Evangelio de hoy, nos advierte para tener cuidado con aquello que puede esterilizar los ejercicios espirituales: la vanidad, la ostentación, la hipocresía en hacer solo para ser visto, ser mencionado, ser elogiado, pues eso convierte toda practica espiritual esteril y vacía delante de Dios.
Tomemos cuidado, mis hermanos, y no desperdiciemos este tiempo, esta oportunidad de recibir los bienes eternos de Dios. Vivamos con profundidad ese tiempo cuaresmal, dejando de lado las vanidades que nos apartan de Dios y nos impiden de recibir Sus bienes.
Aquellos que hacen de los ejercicios espirituales y de las practicas de oración un escenario de exposición de sus vanidades, estos no tendrán de Dios Padre la recompensa reservada para aquellos que los practican en el oculto.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
