En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Cuídense de los falsos profetas, que se presentan ante ustedes con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conocerán” (Mateo 7, 15-20).

La criba de los frutos

Hermanos y hermanas, como discípulos, debemos estar constantemente vigilantes y atentos a lo que es verdaderamente de Dios.

La autenticidad de la fe se revela en los frutos que producimos. En nuestra vida, por los frutos que producimos en nuestro día a día, en nuestro trabajo, en nuestra vida familiar, en nuestra comunidad religiosa —para aquellos que viven una vida de entrega total a Dios—. Por lo tanto, todo debe pasar siempre por la criba de los frutos.

Quizás las actitudes de los falsos profetas no están fuera de nosotros. Los falsos profetas no siempre son los otros. Estemos atentos a nosotros mismos, a aquello que hacemos y que no se corresponde con nuestra realidad de católicos, con aquellas realidades que no son propias de una vida de santidad.

¿En qué realidades estamos envueltos que no se corresponden con una vida de santidad? ¿Cuándo debemos mirarnos a nosotros mismos para ver si tenemos actitudes de falso profeta?

Nuestro examen de conciencia de hoy podría ser este: ¿Qué frutos produzco en mi vida cotidiana? ¿Promuevo la paz o soy un sembrador de chismes?

¿Hablo de santidad o prefiero las elecciones más carnales en mi vida, en mi forma de hablar, en lo que difundo?

Que el Señor Jesús nos ayude en este día, que nos ayude a producir frutos de santidad.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén