“En aquel tiempo, dijo Jesús: «Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Sed como hombres que esperan a que su señor regrese de una fiesta de bodas, para abrirle la puerta tan pronto como llegue y llame. Bienaventurados los siervos a quienes el señor, al llegar, encuentre despiertos. Os digo que él mismo se ceñirá, los hará sentarse a la mesa y, pasando, les servirá. Y si llega a la medianoche o a las tres de la madrugada, dichosos serán si así los encuentra»” (Lucas 12, 35-38).
Baño de realismo
Hermanos y hermanas, hoy es domingo, día del Señor, el decimonoveno domingo del tiempo ordinario. Este día especial de oración, día de estar en familia, en comunidad, para vivir bien esta gracia de celebrar el día del Señor.
¡Un Evangelio que termina dándonos un baño de realismo! El sacerdote no leyó todo el Evangelio, pues es bastante largo, pero usted puede leerlo después, el capítulo 12 del Evangelio de San Lucas a partir del versículo 32.
Como he dicho, este baño de realismo, de hecho, tiene por objetivo abrir nuestros ojos y ponernos en una actitud de prontitud ante la venida gloriosa del Señor o ante la posibilidad de nuestra muerte, de nuestro encuentro con Él.
Jesús comienza el Evangelio de hoy exhortando a sus discípulos a no tener miedo, porque el miedo paraliza.
Y Jesús dice estas palabras con tanto realismo, no para causarnos miedo, sino para ponernos en una actitud de vigilancia.
La conciencia que Jesús nos da sobre nuestro fin último derrumba muchas cosas inútiles con las que gastamos la mayor parte de nuestro tiempo.
¡Cuántas cosas inútiles hay en nuestro corazón! Discordias, vicios, maldades… ¿Se ha imaginado ser recogido para la eternidad en el momento en que estemos viviendo ese tipo de cosas en nuestro corazón? ¡Sería terrible! Por eso Jesús nos recuerda que el patrón último no es el yo, sino Dios. Y es ante Él que, un día, vamos a rendir cuentas de nuestra vida.
La vida nos fue dada como un don, y todo lo que hay en ella es un don divino. Las personas, nuestra vocación, nuestro trabajo, nuestros bienes materiales, todo es un regalo de Dios. Solo somos administradores de todo esto. Por eso, no tomemos posesión de estas cosas y personas.
Jesús quiere también que estemos esperanzados en cuanto a Su venida. No es un ladrón que vendrá, sino nuestro Señor, el Señor de nuestras vidas. Y esto también debe motivarnos con un corazón lleno de esperanza.
Por último, nos pide una vigilancia que no sea solo esporádica, sino una vigilancia permanente, que no se tome descansos. Él quiere que estemos listos cuando Él llegue. Puede ser a medianoche o a las tres de la mañana, es decir, no sabemos la hora ni de nuestra muerte ni de la segunda venida gloriosa del Señor.
Que Dios nos dé la gracia de una conciencia pura sobre nuestras acciones y nos mantenga siempre en fidelidad.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!