“Libro del origen de Jesucristo, Matán engendró a Jacob. Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado el Cristo. Así, las generaciones desde Abraham hasta David son catorce; de David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y de la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce” (Mateo 1,1-17).
Vergüenza de nuestra historia
Hermanos y hermanas, he leído solo un fragmento del Evangelio de hoy, porque es ese famoso texto de la genealogía de Jesús, esa lista de nombres que vemos hasta llegar a Jesús.
El árbol genealógico de Jesús se nos presenta en tres grupos de 14 generaciones cada uno, una lista de nombres, pero que oculta rostros, historias de vida que, de alguna forma, condujeron hasta la llegada de Jesús. Ese es el punto.
Creo que este certificado de nombres quiere decirnos que Jesús no ha venido del nada. No cayó en paracaídas en la historia de la humanidad ni llegó del nada, sin pedir permiso.
El Hijo de Dios respeta las sucesivas generaciones de hombres y mujeres llenos de miserias, llenos de fallos y pecados. Si vamos a ver aquí, entre esos nombres que se han leído, hay situaciones muy difíciles.
Todo esto para recordarnos que Él vino en nuestra carne mortal pecadora justamente para redimirnos. No se avergonzó de nosotros, de nuestras faltas, de los pecados generacionales que llevamos a cuestas.
Muchas veces, nos avergonzamos de nuestra historia, nos avergonzamos de nuestra historia familiar, pero Jesús no se avergonzó de ello, tanto que el autor sagrado se encarga de enumerar nombres con historias muy dramáticas.
El Mesías esperado no llega como ese regalito de Papá Noel para aquellos que se portaron bien a lo largo del año. Al contrario, el Mesías llega para todos, a todas las razas, lenguas y naciones. El Mesías llega para Herodes, para los pastores, para los reyes magos, para José, para María.
Importa dejarse envolver por Él. Importa abrir las puertas de nuestra casa, de nuestras familias, para que Cristo entre con su luz maravillosa.
Una buena oportunidad, hoy, para que presenten a Jesús los nombres de los miembros de su familia. Traigan a todos a la presencia de Jesús, sin excepción. Incluso a aquellos que ya han dejado fuera de tu corazón, que ya han descartado de su vida, tráiganlos, es hora de nombrarlos ante Jesús, para que todos reciban la fuerza de la salvación que viene del Cristo, para que nuestras generaciones sean bendecidas por la presencia del Mesías, de nuestro Salvador.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!