“No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada” (Mt 10, 34).
Jesus no vino traer la paz que el mundo entiende como paz. “Mi paz”, como dijo Jesus, no es de este mundo, pero es la que viene de Dios. ¿Cómo es que vamos tener paz en un mundo que vive de engaños, ilusiones y apariencias? ¿Cómo vamos tener paz en un mundo que transforma mentiras en verdades, que oculta las verdades o relativiza lo que es correcto? ¿Cómo vamos tener paz segundo la narrativa de este mundo que ignora las personas que están sufriendo con la injusticias, maltratas y dejadas de lado? ¿Cómo vamos tener paz en un mundo tan injusto, cruel y que no es humano, como el mundo que nosotros estamos?
La paz del mundo es vendida, comercializada, es la paz de las apariencias, las cual, muchas veces, nos lleva a vivir cosas incorrectas, como si todo estuviese normal. ¡No! La paz de Dios es inquieta, transformadora, es la paz que viene de la espada; no es espada para combatir unos a los otros y provocarnos guerras en el mundo, pero la paz que invade nuestro corazón, la espada que entra en nuestra alma para cortar nuestros vínculos con el pecado, nuestro vinculo con la injusticia y con la corrupción.
La paz viene de un corazón profundamente humilde, que pone Dios en primer lugar
La espada de Espíritu en nosotros nos da el ardor de la gracia, la espada del Espíritu en nuestra alma corta lo que esta viejo, estropeado, lo que no es de Dios y nos lleva a la verdadera paz que viene del Espíritu, la paz de una consciencia recta, que viene del arrepentimiento de los pecados, de saber pedir perdón cuando nos equivocamos, la paz que viene del verdadero arrepentimiento en las situaciones cotidianas de la vida, donde nosotros muchas veces equivocamos. La paz de la propia corrección, de la disciplina.
La paz que viene de Dios es aquella que no nos deja omisos delante del sufrimiento, de dolor, de la pobreza, de las necesidades del otro; la pa que viene de Dios es fruto del amor sincero, autentico, amor que no excluye las personas. La paz que viene de Dios es fruto de la reconciliación. Solo lo corazones verdaderamente reconciliados consiguen experimentarla. Reconciliarse con Dios, reconciliarse con si mismo, pero vivir la reconciliación con los hermanos.
No es posible vivir en paz cuando sembramos discordias, cuando ignoramos las personas porque no piensan como nosotros y no hacen lo que nosotros queremos. No es posible tener paz si no ponemos Dios en primer lugar. Descuidamos de nuestra consciencia en favor de nuestros propios intereses.
La paz no viene de un corazón orgulloso y soberbio, pero de un corazón profundamente humilde que pone Dios en primer lugar, que respeta su prójimo y lleva una vida integra y verdadera. La pa viene de espada del Espíritu que corta nuestras pasiones mundanas, que combate dentro de nosotros las perversidades que el maligno esparce en medio de a humanidad en que nosotros vivimos.
Necesitamos ser instrumentos de la paz, necesitamos de pa de una consciencia qe sea recta. Y esta paz solo Dios puede darnos.
¡Dios te bendiga!