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Hola, hermanos y hermanas. El texto que tenemos hoy es de Lucas, capitulo 21, versiculo de 1 a 4.
“Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía” (Lucas 21, 3-4).
Hermanos y hermanas, hoy la liturgia nos presenta esta palabra de Jesús sobre la viuda que ofrece dos monedas en el templo. Pero ¿cuál es el detalle más interesante de todos en el texto de hoy? Es que aquellas dos monedas eran todo lo que la viuda tenía para sobrevivir.
Ella lo dio todo
Dos monedas, era todo lo que aquella viuda tenía para sobrevivir. Entonces, a veces, tú tienes tu salario, durante un mes, tomas ese salario y lo ofreces todo.
Mira, mira qué interesante, la viuda, que ya tenía poco, ofreció todo, todo lo que tenía para sobrevivir. Es decir, ofrecerse a Dios y contar con su Providencia para esta viuda era más importante. Entonces, contar con la Providencia de Dios también debe ser lo más importante en nuestra vida. Debemos poner nuestra confianza en Dios.
Es una enseñanza, y podemos aprender mucho con la actitud de esta viuda, a confiar en la Providencia Divina, que es más importante que todas las seguridades que este mundo puede ofrecernos.
Y ahí debemos preguntarnos: ¿Cuáles son nuestras seguridades?
¿Cuáles son las seguridades que este mundo nos ofrece?
¿Cuál es la seguridad? ¿Es dinero? ¿Es fama? ¿Es poder?
Entonces, debemos responder eso a Dios en el día de hoy.
El propio Cristo, en determinado momento, dirá que el hijo del hombre, por ejemplo, no tiene dónde reclinar la cabeza.
Hermanos y hermanas, esta viuda, ¿qué entendió? Entendió que es feliz, en este mundo, quien se pone bajo el cuidado de Dios. Entonces, también nosotros queremos ser cuidados por Él, y que Él cuide de nosotros, que cuide de nuestra vida.
La viuda demuestra que nada le quita el amor que tenía por Dios, ni siquiera la pobreza, ni siquiera caminar y vivir apenas con dos monedas.
Entonces, en aquello que tenemos, sea poco o mucho, que tengamos siempre un corazón capaz de ofrecerse y contar con la providencia de Dios, sobre todo caminar en este mundo con gratitud. Que la gratitud reine en nuestro corazón, que la gratitud reine en su corazón.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!