“¡Dichosos los ojos de ustedes, que ven!; ¡dichosos los oídos de ustedes, que oyen! Yo se lo digo: muchos profetas y muchas personas santas ansiaron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; desearon oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron.” (Mateo 13,16-17).

Mis hermanos, hoy nosotros conmemoramos San Joaquín y Sant’Ana, abuelos de Jesús, los padres de Nuestra Señora. El Evangelio que acabamos de escuchar, Nuestro Señor, allí, esta diciendo a Sus discípulos que ellos eran felices, porque ellos estaban viendo Él, porque ellos conseguirán percibir que la promesa del Antiguo Testamento estaba allí se concretizando en Él.

Los padres de Nuestra Señor, San Joaquín y Sant’Ana, han visto a su hija, engendraran su hija, y su hija, María, engendro el salvador. Ellos no tuvieran el privilegio de ver Nuestro Señor, pero, aún así, ellos fueron fieles a la vocación de ellos.

Hoy, nosotros tenemos como ver Nuestro Señor, nosotros vemos a Él en la Eucaristia, nosotros tenemos la Palabra donde nosotros tocamos también el Señor, donde experimentamos el Señor, pero muchos de antigamente no tuvieran esta oprtunidad, pero fueron fieles.

Transmitamos el bien que recibimos, que es Jesús, para este mundo

Hoy, nosotros vemos, nosotros tocamos, nosotros escuchamos el Señor que nos habla en cada Liturgia. Nosotros somos privilegiados, hermanos. Tu eres un privilegiado, porque tu tienes la Eucaristia, tu tienes la Palabra. Nosotros tenemos los Sacramentos, nosotros somos privilegiados.

“Y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más.”(Lucas 12, 48). Este atentos, entonces, a la Palabra del Señor, al Señor que se da, que se entrega a nosotros, al Señor que nos ama y que espera de nosotros una respuesta de amor, que espera de nosotros también una respuesta de transformar este mundo por medio de nuestro testimonio, por medio de nuestra vida.

Nosotros escuchamos y nosotros vemos el Señor presente en nuestro medio. Seamos responsables por aquello que escuchamos y por aquello que vemos. Y vamos, hoy, transmitir lo que vemos y escuchamos a este mundo, que aún no consigue percibir la presencia del Señor, que aún están ciegos, sordos, mudos, porque aún no tuvieran contacto con el Señor.

Somos privilegiados, pero nuestro privilegio y la gracia que nosotros recibimos no debe ser guardada, pero debe ser transmitida. ¡Transmitimos el bien que nosotros recibimos, transmitamos el bien que recibimos, que es Jesús para este mundo!

La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!