“En aquel tiempo, dijo Jesús: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se descarría, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va a buscar la que se ha descarriado? En verdad os digo que, si la encuentra, se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Del mismo modo, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños»” (Mateo 18, 1-5. 10. 12-14).

Condición: Si la encuentra

Hermanos y hermanas mías, ¿qué es el 1 % frente al 99 %? Pero Jesús razona sobre el uno como si fuera el todo.

Es muy contrario a nuestra lógica humana, que es capitalista, comercialista, basada en el lucro. La concepción del amor de Dios es revelada por Jesús. Y Él es capaz de dejar a las 99 para ir en busca de la que se perdió. Es decir, es la totalidad con la que somos amados, totalidad de amor, totalidad de entrega de vida.

Jesús no se dio a medias. Él se entregó totalmente a nosotros por amor. ¿Para qué? Para que tú y yo nos sintamos únicos y no solo uno en medio de tantos otros.

Normalmente, participamos en asambleas litúrgicas, en grandes encuentros, encuentros de masas donde muchas personas están reunidas, pero no podemos perder la concepción de que somos únicos a los ojos de Dios.

Hay una condición, aquí, que aparece en el Evangelio: «Si la encuentra» es la única condición para que Jesús manifieste ese cuidado, ese amor de Buen Pastor, porque de nada serviría el amor de Cristo si no nos dejamos amar por Él.

La única alegría de este Pastor que reencuentra a esa oveja es precisamente el hecho de poder tenerla de nuevo en sus brazos.

El reencuentro es la alegría del Pastor. Su alegría es amar, su alegría es reencontrar, su alegría es salvar, su alegría es cuidar. Por eso el amor de Dios es tan liberador.

El amor de Dios no es posesivo

Muchas veces, tenemos experiencias dolorosas del amor humano, un amor basado en la posesión, en el uso del otro, en el utilitarismo… Pero el amor de Dios es liberador, es decir, Él nos ama y nos deja libres para que estemos cerca de Él.

Pidamos al Señor la gracia, hoy, de sentir y experimentar su amor profundamente en nuestro corazón, reconociéndonos únicos a los ojos de Dios, reconociéndonos amados por Él, para que nuestra vida tenga sentido.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!