“Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? Ellos respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado” (Lucas 9, 18-19).
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Jesús interroga a los discípulos sobre qué dice la gente respecto a su identidad. Y en la llamada vox populi (la voz del pueblo), emergen respuestas del tipo: Juan Bautista, Elías, alguno de los antiguos profetas.
Esa palabra aquí es interesante, porque son todas respuestas del pasado. Todas se refieren a personajes proféticos del pasado.
Solemos repetir esa afirmación como ya he dicho: “La voz del pueblo es la voz de Dios”. No es el caso aquí ni en muchos momentos de la vida de Jesús. Vale la pena repetir el proverbio: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.
Personajes proféticos del pasado
Quien está lejos de Cristo, no tiene condición de descubrir la belleza de su identidad. Un corazón distante de Dios pierde la capacidad de tocar la vida de Cristo y de ser por Él agraciado. Por eso repito, las respuestas fueron todas del pasado, estaban lejos de la persona de Jesús, que estaba allí delante de sus ojos, para ser contemplado. Si nosotros también nos alejamos de Jesús, solo sabremos dar respuestas del pasado, y Jesús está presente en nuestra vida, en el hoy y en el ahora.
¡Cuántas afirmaciones venidas del pueblo Jesús tuvo que enfrentar! Menos mal que Jesús estaba seguro de su identidad. Su pregunta, hecha aquí, no era del tipo: déjenme ver cómo está mi popularidad, qué dicen las encuestas. Porque la secuencia se dirige a los discípulos, justamente para indicar que a Jesús le importa cómo aquellos que lo siguen están viviendo una experiencia con Él.
Después de preguntar sobre lo que decía la gente, Jesús fue al corazón de sus discípulos, para saber: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? ¿Cuál es el lugar que ocupo, de hecho, en la vida de cada uno de vosotros? Respondamos a Jesús hoy: diciéndole que lo amamos y que queremos seguirlo hasta el final.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!