“Por eso, ahora les digo: No se metan con esos hombres y déjenlos en paz, porque si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios. Los del Sanedrín siguieron su consejo: llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron hablar en el nombre de Jesús y los soltaron” (He 5, 38-39)
Nuestra lucha, la lucha del mundo no puede ser contra Dios, porque toda lucha contra Él es una derrota. Aún que, humanamente, prevalezca las cosas y los combates del mundo, basta un soplo y se disipa las cosas del mundo, pero lo que es de Dios permanece.
Lo que es de Dios es para Dios y para Él volverá. Intentaran eliminar la fe cristiana en su naciente, intentaran prohibir los apóstoles de predicar, intentaran incluso martirizar todos ellos, pero cuanto más los perseguían y se pusieran contra ellos, más crecían y se multiplicaban. No era por el fanatismo, por el proselitismo, pero era por una fe sencilla, genuina, autentica, verdadera, y por un amor evangélico que la semilla del Evangelio se esparce.
De ninguna forma, los cristianos fueron tomados por el fanatismo religioso; de ninguna forma, el fanatismo movía el corazón de los apóstoles, pero un amor apasionado por Jesús, con la disposición de perdieren la propia vida por causa del Evangelio.
Nuestra lucha, la lucha del mundo no puede ser contra Dios, porque toda lucha contra Dios es una derrota
Nadie puede contener la obra de Dios cuando ella es autentica, verdadera y intencionada para Dios, porque hay muchas cosas que hablan en nombre de Dios, pero no son de Él. Hay muchas cosas que se ocultan en nombre de Dios, utilizando la parte faja del nombre de Él, pero no son de Él.
Lo que es de Dios viene con el “sello” de Él, con Su autenticidad y, vuelve a decir, con la simplicidad, la humildad, pero con la paresia, con la osadía evangélica, con el amor apasionado por Jesús por encima de todas las cosas.
Muchas veces, el amor al dinero y las pretensiones humanas se ponen por encima del interés evangélico o se ocultan atrás del Evangelio, pero, de ninguna forma eso puede ocurrir con nosotros.
Los apóstoles se consideraban felices, porque sufrían injurias en nombre de Jesús. Por causa del nombre del Señor, sufrimos y no somos comprendidos, pero amamos Jesús y somos capaces de dar nuestra vida por causa de Él. Por eso, ahora, es el momento de anunciarnos Jesús y no pornos a nada que, verdadera, genuina y auténticamente viene de Dios.
Hay muchas expresiones, en la propia Iglesia, que son diferentes de aquello que pienso y creyó, pero no me pongo a nada que es autentico, porque la obra de Dios quien suscita es el Espíritu de Dios. Soy solo un siervo, estoy aquí solo para servir, para cuidar de mí, por el fin de seguir buscando ser autentico, para que yo también no sea señal de confusión, error, engaño o ilusión en la obra de Dios.
¡Dios te bendiga!
