“Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio” (Jn 15, 26-27).
El Espíritu prometido por Jesús viene en nuestro auxilio, en nuestra ayuda, viene habitar en nosotros, viene para hacer de nosotros testimonios. Y testimonio es aquel que experimenta, es aquel que ve y permite que su propria vida sea una señal de la transformación de Dios.
Nosotros, que estamos viendo todo lo que Jesús realizó y realiza, podemos y debemos testimoniar, con nuestra vida, que Dios esta en nosotros.
Es muy importante hacer memoria, actualizar la propia vida. Yo miro mi vida e yo aún no soy aquello que necesito ser, pero reconozco que la mano de Dios me guió, me transformo, me toco y viene transformando.
Es necesario proclamar lo que el Espíritu realiza en el mudo, es necesario proclamar que Jesús es el salvador de la humanidad
Podemos testimoniar en nosotros lo que el Espíritu hace y actúa, él me convence, el me retira del mal, va transformando mi interior, mi temperamento, mis convicciones. Podemos y debemos, con nuestra vida, testimoniar la acción del Espíritu en nosotros, pero el testimonio ocurre también de forma oral y escrita. Es necesario proclamar lo que el Espíritu realiza en el mundo, es necesario proclamar que Jesús es el salvador de toda la humanidad.
¿Cómo proclamar? ¿Cómo decir? ¿Cómo testimoniar? En la acción y en el fuego del Espíritu. Es todo eso que nosotros acompañamos durante estos días en los actos del Apóstol. Hombres y mujeres movidos y transformados por el don del Espíritu, que, con mucha osadía, testimoniaban para el mundo la acción transformadora de Jesús.
Necesitamos proclamar Jesús, porque el mundo dilacera, el mundo anuncia el mal, las cosas negativas, las discordias, peleas, falta de comprensión; y necesitamos testimoniar cada vez más la Buena Nueva. No podemos sustituirla por nada, por novedades, por descubiertas, cada cosa tiene su lugar, pero el único que puede salvar el mundo es Jesús, nuestro Señor y Salvador.
En la fuerza y en la osadía del Espíritu, vamos testimoniar en casa, en la familia y en el trabajo, donde quiere que esté, el poder salvador de Jesús. El mundo, las personas y nosotros necesitamos estar convictos de que solo hay salvación en Jesús.
¡Dios te bendiga!
