El Reino de Dios pertenece a quien quiere ocuparse con Dios y con las cosas de Él
“Porque les aseguro que ninguno de los que antes fueron invitados ha de probar mi cena” (Lc 14, 24).
Jesús, concluye el Evangelio de hoy con una sentencia muy dura, pero, al mismo tiempo, muy verdadera y real: “Ninguno de aquellos que fueron invitados probará de mi banquete”.
Muchos invitados simplemente se comportan con indiferencia, sienten que la invitación es un privilegio de no importarse, van cuando pueden, cuando da; el privilegio de no tener tiempo de ocuparse con aquel que los invitó.
Somos los primeros invitados para participar del banquete del Señor, y no podemos participar de cualquier manera, responder de cualquier forma y tampoco ocuparnos de Aquel que nos llamó.
Los que fueron invitados para ese banquete no se importaron, dieron una disculpa, y estaban ocupados con otras cosas.
El Reino de Dios pertenece a quien quiere ocuparse con Dios y con las cosas de Él, con quien se importa o tiene poco tiempo para dedicarse a Él. En el mundo en que vivimos, las ocupaciones, las tareas, las obligaciones son muchas, tener tiempo para Dios es una cuestión de prioridad.
Alguien me invita para un acontecimiento, yo podría ir en aquel acontecimiento si es prioridad para mí, porque si tengo otras prioridades necesito, de hecho, corresponder a ellas.
Solo participa del Reino de Dios quien tiene Dios en primer lugar, quien tiene Él como prioridad en la vida.
“Por la mañana yo no rezaba”. Tal vez la oración no sea prioridad para ti. “No dio tiempo de rezar porque yo tenía muchas cosas”. Tal vez la oración de la noche no sea prioridad para tu vida. “Domingo no consiguió ir a misa”. Tal vez la misa no sea prioridad para ti. “Yo no pude adorar el Señor”. Tal vez la adoración sea prioridad para tu vida.
De nada vale decir que amamos el otro y a Dios, si no tenemos tiempo para Él. Cuando amamos damos prioridad, ponemos eso en primer lugar.
Quien ama a Dios da prioridad para Él y para las cosas de Él. No vamos dejar nuestras cosas de lado, nuestras obligaciones y responsabilidades, por el contrario, vamos hacer nuestras responsabilidades en la gracia de Dios. Solo no caiga en aquella disculpa de decir que hace todo con Dios, y en realidad tu no tienes tiempo para estar con Él, para silenciar, para rezar, para ponerse en la presencia de Él, y especialmente, ir a casa de Él para participar del banquete.
Amemos a Dios con prioridad y seremos prioridad en el corazón de Él.
¡Dios te bendiga!