No te dejes entristecer, perder el animo y la coraje, de vivir el Evangelio por aquellos de tu casa
“Al enterarse sus parientes de todo lo anterior, fueron a buscarlo para llevárselo, pues de cían: «Se ha vuelto loco” (Mc 3,21).
En el Evangelio de hoy, vimos que muchas personas se aglomeran alrededor de Jesús, querían tocar en Él, querían escucharlo y de Jesús salía una gracia que toca, sana, libera, pero los parientes de Él no lo comprendieron, no Lo acogieran, no tuvieran comunión con Él. Los parientes de Jesús le agarraron y decían: “¡Jesús! Está fuera de sí”.
Cuando miramos para este Evangelio, percibimos que muchas veces, estaremos en comunión, en armonía con nuestros parientes, además, muchos no acogen y no aceptan que seamos de Dios, de la Iglesia, que tengamos una vida en Dios y crezcamos en nuestra comunión con Él.
No somos mejores y ni debemos ser mejores que nuestros parientes, no debemos rechazarlos, por el contrario, tenemos que amar a los nuestros. Hay una distinción de familia, así como en la familia de Jesús: Su madre, Sus padres y los parientes más cercanos; y aún hay aquellos más lejanos, que son los familiares de Jesús. En nuestra vida también es así, además, Jesús establece una nueva orden cuando escuchamos: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que hacen la voluntad de mi Padre”, porque para Jesús, en primer lugar, está Su misión: realizar en Su vida la voluntad del Padre.
Necesitamos también priorizar eso, nuestra misión. Pero, muchas veces, vamos asustar o no seremos aceptos por nuestros parientes, personas cercanas a nosotros, que nos han visto crecer. Muchos creen que queremos aparecer, que ya vamos ser beatos o queremos ser “santos”.
Necesitamos querer ser santos, hacer la voluntad de Dios, aún que nuestros familiares no entiendan, no acojan y no comulguen con nosotros.
Muchas personas sufren para vivir el Evangelio, por ejemplo: una mujer quiere vivir el Evangelio y el marido no acepta; por veces sucede hasta de los hijos querer vivir el Evangelio, y los padres no los incentivan; o aún, miembros de su familia se alejaren de ti.
Es una pena, pero no dejes de seguir Jesús, de ser firme en Él; y no dejes de amar los tuyos. No te dejes entristecer, perder el animo y la coraje, de vivir el Evangelio por aquellos de tu casa, por tus parientes que no comprenden lo que Dios esta realizando en tu vida.
¡Dios te bendiga!