“El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; Si llega a sus manos una perla de gran valor, se va, vende cuanto tiene y la compra” (Mt 13, 45-46).
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Jesucristo, Hijo de Dios,ha venido a este mundo para revelarnos la preciosidad y el valor incomparable de Su Reino. Y cuando descubrimos esta verdad y somos logrados por el amor y por la misericordia, es decir, cuando nosotros vivimos esta experiencia de encuentro personal con Jesucristo, descubrimos la propuesta de Su Reino. Entonces, nosotros también descubrimos ese valor inestimable, algo que nada puede compararse al valor del Reino de los Cielos.
Encontrarse con el amor de Dios es descubrir esta joya de gran valor, que nos hace comprender que los supuestos valores de este mundo no es nada, comparados con lo que Dios tiene para cada uno de nosotros, lo que Él tiene reservado para nosotros.
Por eso, esta experiencia del encuentro con el amor de Dios nos hace descubrir los valores superiores, los valores del Reino, y nos provoca este cambio. Somos provocados a abandonar los bienes inferiores para adquirir ese bien imperecedero, que es la vida eterna.
Encontrarse con el amor de Dios es descubrir esta joya de gran valor
Este comprador, de la parábola del Evangelio de hoy, tenía muchas otras joyas y veía valor en ellas. Además, al encontrar esta joya de gran valor inestimable, él ha visto que las demás no pasaban de bisuterías, él ha visto que las que él tenía, poseen poco valor comparadas a la joya del Reino de los Cielos. Por eso, él vende todas las demás para comprar esa de gran valor.
Mis hermanos, cuando nosotros descubrimos el valor supremos, que es el Reino de los Cielos, todos los otros valores a ser relativos; cambiamos completamente nuestra forma de ser, de pensar, de actuar, y vamos, poco a poco, configurando nuestra vida de acuerdo con los valores del Reino de los Cielos.
De nuestra parte, lo que se exige, es buscar esta joya; necesitamos empeñarnos en buscar esta joya. Mientras seguimos en medio a los valores de este mundo, a estes valores terrenos, esforzarnos en buscar siempre ese valor supremo, ese valor que esta oculto en el Reino de los Cielos.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!
