“Cuídense de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas” (Lucas 12,15).
Mis hermanos, Nuestro Señor se encontró, se encontraba allí con varias personas, con la multitud, con Sus Discípulos, y alguien llegó hasta Él diciendo: “Señor, Jesús manda que mi hermano comparta los bienes, la herencia conmigo”, y Jesús ha dado, entonces, esta respuesta: “Cuídense, no fue llevado de solucionar esta situación” y, antes, Jesús dijo: “Cuídense de la abundancia”.
Jesús no debería responder, no debería solucionar aquella situación de herencia, ellos necesitarían solucionar la cuestión de la herencia. Y Jesús, entonces aprovechó aquella situación, para la verdadera preocupación que aquel hombre debería tener.
Mis hermanos, también necesitamos hacer ese examen de conciencia, en este día, en este momento. ¡Sí! Verificar nuestro corazón; ¿hemos sido gananciosos por los bienes, por las cosas materiales?
No tengamos miedo de tener Jesús como nuestro único y verdadero Tesoro
Jesús destacó com un camino de salvación y desapego, no agarrarse a los bienes, no agarrarse a las cosas, pero agarrarse unicamente a Él. No son los bienes que dan la verdadera riqueza, es Dios quien da la verdadera riqueza, es Él la verdadera riqueza.
Hoy, celebramos Santo Ignacio de Antioquía, uno de los primeros martires de la Iglesia. Él sustituye el apostol Pedro en la Iglesia de Antioquia, y, en aquel tiempo, la Iglesia sufría grandes persecuciones, los cristianos no eran bien vistos, no eran bien acogidos y eran presionados a negar la fe. Pero Santo Ignácio de Antioquia ha encontrado el gran tesoro, ha encontrado Jesucristo, por eso, no ha negado su fe. Por el contrario, él desea el martirio — ¡gente, que cosa bonita! —, él desea incluso ser triturado por las fieras, porque era eso que ocurría con aquellos que profesaban la fe, eran tirados a las fieras.
Y él decía eso: “Mira, si tu me quieres bien, no me impiden de ir hacia las fieras, de ser triturado por las fieras”, porque él enseñaba que él quería ser como el trigo: molido para convertirse el Pan, la hostia viva.
Mis hermanos, que, de todo nuestro corazón, podamos también cambiar todos por el todo, que es Dios. No tengamos miedo de aquellos que pueden atacar nuestro cuerpo, pero no pueden herir nuestra alma. No tengamos miedo de tener Jesús como nuestro único y verdadero Tesoro.
La bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!