“Jesús subió al monte y llamó a los que él quiso, y se reunieron con él” (Mc 3, 13).
Quiero mirar para Mi Maestro Jesús que sobe al monte. El monte es el lugar de la oración, es el lugar del encuentro, el monte es lo que nos quita de la vida que vivimos mas o menos y nos lleva a las alturas, para nuestro encuentro con Dios.
Muchas veces, permanecemos en una planicie, es decir, en el mundo en que estamos. Sin embargo, espiritualmente, es necesario elevarse hasta Dios, espiritualmente es necesario subir al encuentro del Señor. Y, para que eso ocurra, es necesario elevar el alma, subir al Espíritu.
Si no tenemos un monte físico y, muchas veces, no tenemos mismo – nosotros tenemos cosas atas, son predios y muchas otras cosas – , pero más importante que el monte físico, es necesario espiritualmente elevarse hasta Dios, permitir que nuestra alma va al encuentro del Señor para que Él hablar, inspire, guie, remueva, haga, opere y para que la gracia de Él este en nosotros.
Suba hasta el corazón de Dios, porque Él viene hasta nuestro corazón para darnos la dirección
Muchas cosas en nuestra vida no cambian porque no cambiamos nuestras actitudes, incluso nuestras actitudes espirituales y emocionales. En lugar de subir y elevarnos para Dios, estamos bajando para los sentimientos bajos, estamos bajando para aquello que nos deja oprimidos y deprimidos.
Guarde lo que nos prende, deja y suelta lo que te segura y eleva hasta Dios. Cuando nos elevamos a Dios, Él nos da la sabiduría, y cuando Jesús se elevo o elevo su corazón a Dios, fue Dios que le dio la autoridad para Él poder llamar los que Él quiso.
Para poder realizar lo que debemos hacer, para que podamos realizar las misiones que tenemos en este mundo – y las misiones no son pocas – la misión de padre y de madre de educar, cuidar, lo que hacer delante de esa o de aquella situación, lo que hacer delante de opciones que necesitamos hacer.
Suba hasta el corazón de Dios. Haga como Jesús: suba hasta el corazón del Padre. Salga de las acomodaciones de los tiempos en que estamos, de aquello que realizamos. Suba hasta el corazón de Dios, porque Él viene hasta nuestro corazón para darnos la dirección.
¡Dios te bendiga!
