01 Oct 2019

Somos llamados y tener vocación para el Cielo

Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén” (Lc 9,51)

La belleza es Jesús saber que esta llegando su tiempo de ir para el Cielo. No es el tiempo de Su muerte, porque la muerte por la muerte es una tragedia, y no fuimos hechos para le muerte, no debemos esperar por ella ni buscar.

Lo que debemos esperar, ansiar y trabajar es para ir para ele Cielo, porque, así como llego y esta llegando el tiempo de Jesús ser llevado para el Cielo, nuestro tiempo también esta llegando. Que sea 50 o 60 años, que sea un día o que sea horas, el importante es que nuestro corazón tenga animo y gusto por el Cielo. Si no tuviéramos deseo por el Cielo, viviríamos en el temor de la muerte con todo aquello de tristeza que la muerte causa dentro de nosotros.

Jesús, sabiendo que Su tiempo de ir para el Cielo estaba llegando, partió para Jerusalén, porque Él necesitaba enfrenta la vida como ella debería ser enfrentada, Él debería ir para Su ciudad. En Jerusalén, Él cambiaba los opositores, aquellos que, de hecho, estaban contra Su vida. Contra Su predica y mensaje.

Somos llamados a construir el Cielo aquí en la Tierra, para que, después de la vida en la Tierra, asumamos la plenitud del Cielo en la eternidad

Jesús abrazo Su causa y Su misión, por eso es importante no olvidarnos: para ir para el Cielo, necesitamos vivir la comunión con Dios, pero no podemos quitar nuestros pies del suelo, no podemos dejar de realizar y vivir intensamente nuestra misión.

No podemos vivir ocultos en el capullo del miedo, preocupados, tensos, porque la vida se va yendo y consumiendo, siendo llevada por la dictadura del miedo. De la misma forma, podemos exponer al mal, al peligro, a la muerte, ni vivir bajo el temor de ella. Necesitamos vivir caminando para el Cielo, cumpliendo nuestra misión, asumiendo nuestras responsabilidades y enfrentando la vida con sus desafíos.

Somos llamados a construir el Cielo aquí en la Tierra, para que, después de la vida en la Tierra, asumamos la plenitud del Cielo en la eternidad. Que nuestra vida sea movida por esa esperanza, por esa seguridad y esa confianza plena de que fuimos hechos para el Cielo.

Es para el Cielo que debemos ir, es para el Cielo que debemos preparanos a cada día. No debemos caminar en el temor de la muerte, pero en la esperanza alegre y feliz de que es para el Cielo que es nuestra vocación y llamados para el Señor de la vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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