15 Mar 2020

Sólo Jesús puede saciar nuestra sed

“Jesús le respondió: El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna” (Jn 4, 13 – 14).

Es un encanto mirar el relato del Evangelio de hoy. Cuando Jesús llega a Samaria, cansado de la viajen, Él va al pozo buscar agua para beber, y la mujer estaba allí para quitar el agua, pero Jesús no se hizo de rogado y dijo a ella: “Dame de beber”.

Él no solo pide para una mujer, lo que ya no era común, usual o incluso bien visto por la cultura: un hombre pedir agua para una mujer. Aún más siendo un judío pidiendo para una samaritana. Por eso, la propia mujer se espanta y dijo: “¿Tu no estas viendo que soy una mujer, que soy una samaritana?”.

Los judíos y samaritanos no se dio, pero Jesús no jamas para en los preceptos y rivalidades humanas, en las disputas humanas, en los rancios, resentimientos y en las tristezas que no son superados, muchas veces, incluso multiplicados por años y vida afuera.

Desgraciadamente, cuantas tristezas estamos dejando crear barreras en nuestras relaciones. Jesús es Aquel que viene y rompe las barreras para crear puentes de relacionamiento, de estrechar en el amor, porque, en realidad, no importa si es judío o samaritano, somos un solo delante de Dios porque somos Sus hijos.

Solo Jesús puede saciarnos, solo Él puede llenar el vació que, muchas veces, toma cuenta de nuestra vida

La mujer dijo a Jesús: “Señor, Tu ni sabe la profundidad de ese pozo para quitar agua de allá. ¿Cómo me pide agua para beber?” Y Jesús dijo: “Mujer, too aquel que bebe de esta agua vuelve a tener dese, pero quien bebe del agua que yo doy, nunca más tendrá sed”.

Hay una sed más profunda en nosotros, una sed de amor, de eternidad, de cuidados, de sernos sanados y ese mundo no sana nuestra sed, por el contrario, hunde nuestra sed, nos pone aún más secos; y necesitamos del agua viva que es Jesús y solo Él puede darnos.

Solo Jesús puede saciarnos, solo Él puede llenar el vació que, muchas veces, toma cuenta de nuestra vida y de nuestra existencia. Solo Jesús puede sanar ese pozo herido que somos nosotros, dañados y marcados por las heridas de los relacionamientos, por las situaciones no resueltas de la vida y por el cansancio con la propia vida.

Solo Jesús, con el agua Vivan puede lavar, purificar, renovar y restaurar la vida maculada, la vida herida que esta en nosotros, porque solo Él es el Agua Viva que da a vida por nuestra vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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