“Bienaventurados sois cuando los hombres os odiaren, os expulsaren os insulten y echar una maldición a vuestro nombre por causa del Hijo del Hombre. Alegrate en este día y exulta, pues va ser grande vuestra recompensa en el cielo” (Lucas 6, 20-26).
Depender de Dios
Hermanos y hermanas, las bienaventuranzas indican que el reino de Dios pertenece a quien vive en la dependencia de Él. Eso mismo, el reino de los cielos pertenece a quien vive en la dependencia de Dios, es decir, los que confían en las seguridades de este mundo aún no descubrieron la lógica de la Providencia Divina.
Porque quien vive de la Providencia tiene los ojos vueltos siempre para lo que es esencial, lo que es primordial; es pertenecernos en Dios. El esencial para nuestra vida es siempre la presencia de Él.
Si los bienes y los poderes de este mundo lo apartan de Dios, cuestione. Tal vez alguna cosa esté equivocada. Aquello que tienes se convierte una persona totalmente desmembrada de la presencia de Dios, de la comunión, de la vida en comunidad, de la Iglesia. Entonces, cuestione, cuestione el vivir según la Providencia que guía todas las realidades, todas las cosas en la vida.
Providencia Divina y la esperanza que nos guía
El sufrimiento del tiempo presente, hermanos y hermanas, no es definitivo. Por eso Dios, con Su Providencia, invierte las situaciones humanas, agrada los que lloran y trae siempre paz. Y el nombre de eso es esperanza. También debemos vivir en esperanza; y es la Providencia Divina y la esperanza que nos guía delante de las tribulaciones y de las dificultades de este mundo.
Somos llamados a la autenticidad y también a la fidelidad como profetas en este mundo. La bendición de Dios recae sobre aquellos que, comos los profetas, sufren rechazo debido el Evangelio, por causa de la fidelidade. Ahora, si buscamos elogio, aprovación, alabanza, en este mundo, todo eso nos desviara de la verdad.
Pero nuestro corazón debe, constantemente, volverse para la confianza en Dios, para Su Providencia y Sus cuidados. Que sea así en el día de hoy. Delante de todo aquello que tenemos, debemos preguntarnos, aún con estas realidades: ¿Yo estoy cerca o lejanos de Dios? Si estas lejos, entonces es el momento de acercarse de Él nuevamente.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!