26 May 2023

Que siempre puedas dar espacio para la verdad en tu vida

“Jesús se manifesto a sus discípulos y, después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? «Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” Jn 21, 15-17)

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Este Evangelio es muy conocido de todos nosotros. Jesús hace las preguntas tan cruciales en la vida de Pedro, pero también en la vida de cada uno de nosotros. Y Jesús hace preguntas, aún ya sabiendo la respuesta. ¡Es interesante eso!

En realidad, las preguntas que Jesús hace sirven más para nosotros que para Él; servían más para los discípulos que el propio Jesús. Eso porque cada pregunta del Señor es una reflexión interior muy profunda.

Si nosotros vamos entender la pregunta en el contexto de los discípulos, vemos que no podía decir cualquier cosa, porque a Dios nadie puede engañar. Pedro no podía decir cualquier cosa, Pedro no podía “florear” en tu respuesta, porque para Dios nadie puede decir mentiras; nadie puede engañar a Dios.

¿Te recuerdas, por ejemplo, de Saulo en el camino de Damasco? Cuando Jesús, también en aquella experiencia, pregunto para él: “¿Saulo, porque me persigue?”. Saulo tuvo de confrontar aquella pregunta con lo que él estaba viviendo en aquel exacto momento. Él estaba realizando una persecución sistematica a la Iglesia de Cristo, y aquella fue una pregunta existencial.

Aparecen personas que nos ayudan a tener charlas existenciales, charlas que hablan del alma, que hablan de la verdad

La pregunta existencial es cuando mueve con nosotros; no es solo decir tu dirección, donde tu vives, tu ciudad. Las preguntas que Jesús hace son preguntas que mueve con nuestro interior, son aquellas preguntas que nos hacen tocar en nuestra esencia y decir, de hecho, aquello que somos.

¡Como es bueno cuando tenemos una conversación así! A veces, aparecen personas que nos ayudan a tener charlas existenciales, charlas que hablan del alma, que hablan de la verdad que esta dentro de nosotros.

Y, en el texto de hoy, no es Saulo, pero es Pedro quien debe preguntar sobre su amor por Jesús. ¡Era mucha promesa y poca acción, las personas sabe de eso! Pedro era muy bueno con las palabras, él hablaba mucho, era mucha charla, pero poca practica; era mucho entusiasmo y poca disposición.

En aquella situación, Pedro tuvo que decir la verdad: “Señor, yo no amo aún como debería, sabes que te quiero”. Te quiero bien por muchos motivos, pero aún no soy capaz de dar mi vida por ti”. Y eso queda muy claro, porque si nosotros vamos en el texto original, del griego, Pedro no responde con la palabra “Ágape” — que es aquel amor pleno — , él responde con el amor “Philia”, el amor de amistad. Ese punto era tan doloroso para Pedro que Jesús tuvo que preguntar tres veces.

Las preguntas que Jesús hace son las preguntas del tratamiento de la herida, de la decepción que Pedro tenía con él mismo, el tratamiento de la traición, del tratamiento del abandono, el tratamiento de un amor vulnerable… Tan bueno en las palabras, pero muy vulnerable en la acción. Pedro tuvo que admitir: “Tu sabes todo, Señor. Sabes que aún no te amo como debería amar, pero te presento el amor que tengo; sabes que te quiero”.

En nuestra vida espiritual es necesario dar espacio para estas preguntas. Y, hoy, el Señor quiere también hacer grandes preguntas sobre nuestra vida, preguntas que nos ponen cara a cara con Él y que nos ayude a ponernos delante con nuestra propia verdad.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

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