“Jesús dijo además: “Escuchen esta comparación del Reino de Dios. Un hombre esparce la semilla en la tierra, y ya duerma o esté despierto, sea de noche o de día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da fruto por sí misma: primero la hierba, luego la espiga, y por último la espiga se llena de granos” (Mc 4, 26-28).
La parábola de hoy, que Jesús nos cuenta, habla del misterio, de la acción de la gracia de Dios en nuestra vida. La gracia de Dios que actúa en mí y en ti es un misterio. La semilla, una vez sembrada, sigue el camino normal. Si acogemos, de verdad, la Palabra de la Vida, ella producirá sus frutos en nosotros. Seguramente, en un momento o otro, ella va producir frutos, la condición es que ella caiga en el terreno de nuestro corazón, es que yo y tu permitamos que esta Palabra sea sembrada. La única condición es permitirnos que la Palabra de Dios entre en nuestro corazón.
Dormir, despertar; día y noche.. Es en la dinámica de la vida, en los hechos, en el reposo, en el trabajo, en el pasar de los días, es en eso que Dios actúa. Él actúa en nuestro cotidiano de una forma misteriosa. Por si misma – nos habla la Palabra – esta semilla produce. En griego, la traducción original es “automáticamente”, es decir, es la tecnología de nuestro Creador, es la fuerza, es la dinámica que el Creador puso dentro de nosotros, en cada uno de nosotros, que nosotros llamamos de “dynamis”, el soplo de la vida. En cada uno de nosotros esta oculta esta fuerza misteriosa de Dios, y en un momento o otro de nuestra vida esta realidad ocurre.
Si acogemos, de verdad, la Palabra de la Vida, ella producirá sus frutos en nosotros
La Palabra sabe que ella debe hacer en nosotros. Quedate tranquilo, Dios sabe lo que Él necesita hacer dentro de mí y de ti. El tiempo que nosotros tenemos que esperar es el tiempo de nuestra inactividad, es nuestra impotencia, es confiar en Dios y solo en Él. Es libertarnos de aquel mal del inmediatismo, de querer ver resultados inmediatos, es el problema de nuestra autosuficiencia queremos hacer de nuestra forma. Para nuestra vida eclesial, para nuestras actividades, pensamos: “¡Va dar frutos” Aún que no este allí, va dar frutos, porque no tengo control de todo, Dios sí tiene el control de todas las cosas”.
¡Nuestra fuerza no hace venir más rápido el Reino de Dios, no nos engañemos con eso! Nuestra fuerza no va hacer que el Reino de Dios venga más rápido, o incluso nuestras resistencias no pueden impedir el Reino de Dios de ocurrir. ¿Quien somos nosotros para una cosa o para otra, para apresurar o para retardar la venida del Reino de Dios? Porque el Reino pertenece al Señor.
“Hierba, espiga y granos”, las etapas del don de Dios. Lo que la gracia divina, poco a poco, va realizando en mi y en tu corazón son etapas, el don de Dios va iluminando, el don de Dios va afirmando en nuestra vida. ¿Vamos ser fieles en lo que Dios nos da hoy? ¿Vamos ser fieles en lo que el Señor nos concede para vivir hoy? En tu realidad, en tu cotidiano, en lo que tu realiza hoy, permita que la acción de Dios ocurra allí.
Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo. ¡Amén!