“Tomen a cualquiera que cumpla la voluntad de mi Padre de los Cielos, y ése es para mí un hermano, una hermana o una madre” (Mt 12, 50).
La gracia de sernos discípulos de Jesus es hacernos parte de la familia de Él. Lo que nos convierte familiares con Jesús no es si nosotros hicimos parte de Su familia consanguíneo, es más sublime. Porque, cuando están diciendo para Jesús diciendo para Jesús que su madre y sus hermanos están allá fuera y quieren hablar con Él, el cuestionamiento de Jesus es para quien le hace cuestión: “¿Quién es mi madre? ¿Quién son mis hermanos? Entiendan ahora: mi misión es todo aquel que hace la voluntad de Dios”. Es todo aque que lleva Dios en serio, es todo aquel que entra de verdad en la familia de Dios porque Jesús es Dios.
Es necesario decir eso porque es verdad que muchos parientes y familiares no acogieron a Jesús, se pusieron solo como espectadores y no como seguidores. Observa que aquí hay una profunda diferencia: el espectador es aquel que vive en la expectativa de lo que ve, de lo que va ser, del mirar. El espectador es aquel que no se compromete, pero el discípulo es aquel que sigue, es aquel que pone la mano en el arado. El discípulo es aquel que escucha y practica lo que escucha, el discípulo es aque que se convierte seguidor del Maestro Jesús.
No puedo ser un solo espectador, pero necesito ser, verdaderamente, un discípulo de nuestro Señor
Por eso, no basta decir que conocemos a Jesus, que participamos de la Iglesia, que tenemos esta o aquella función, que nacemos dentro de la Iglesia. Eso para Jesus no quiere decir nada, quiere decir para nuestra forma humana o para nuestras expectativas humanas que, muchas veces, nos basamos en títulos, en cargos, ocupaciones y así por delante.
La única biografía que interesa al corazón de Dios es de aquel que se convirtió con lo que escucho y puso en practica a Su Palabra. Puede ser que tu no has sido un gran pecador en la vida, puede ser que tu no has hecho las maldades que muchos hicieran de otrora, pero si tu no es como aquel ladrón a los pies de la cruz, que escucho la Palabra de Jesús y allí se convirtió. ¡Pero, nosotros no! Pasamos todo el tiempo en la casa de Dios solo como espectadores, juzgador del mundo, y no nos convertimos cada día al Evangelio.
Seguidor de Jesús es aquel que escucha la Palabra de Dios y la deja caer en su corazón para que ella produzca conversión. Yo necesito convertirme hoy, necesito abrirme para la gracia de Dios hoy. No puedo ser solo un espectador, pero necesito ser, verdaderamente, un discípulo de nuestro Señor.
¡Dios te bendiga!