Un hombre lleno del Espíritu Santo no realiza mágicas, pero él hace el poder de Dios ocurrir a sumisión de la voluntad divina
“Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme” (He 11, 23).
Celebramos, hoy, el apóstol San Bernabé, compañero de Pablo y importante en la viaje que este realizo para evangelizar parte de la Asia, especialmente, en la misión evangelizadora que él realizó en Antioquía.
¿Qué llama la atención en la figura de Bernabé? Él era un hombre lleno del Espíritu Santo, intrépido, audaz, valiente, un hombre de mucha fe. El apostolado de Bernabé ocurre en la sumisión al Espíritu Santo. Él era un hombre lleno de Espíritu.
Para realizarnos el apostolado divino, para ser apóstoles de Jesucristo, en el mundo en que vivimos, no podemos renunciar, de ninguna forma, en acción ninguna que realizamos, de la fuerza del Espíritu Santo. Es él quien nos inspira, nos dirige e ilumina. Un hombre lleno de Espíritu Santo no realiza mágicas, pero hace el poder de Dios ocurrir a la sumisión de la voluntad divina.
Bernabé pasó por muchas pruebas, privaciones y dificultades, por momentos de muchas tempestades. En todas ellas, sin embargo, él fue un hombre sumiso a Dios en el poder del Espíritu Santo.
Necesitamos, en los día de hoy, de apóstoles, hombres y mujeres que sean sumisos al Espíritu Santo de Dios. Miramos para nosotros y, muchas veces, somos sumisos nuestra propia voluntad, a lo que queremos realizar. Queremos que las cosas caminen de nuestra forma, de nuestra manera, no estamos preparados para enfrentar las contrariedades cuanto más grandes las adversidades que viene en nuestra vida, en la evangelización, en el trabajo apostólico y misionero. O nos volvemos apóstoles sumisos al Espíritu, dóciles al Espíritu para enfrentar las amarguras, las tempestades, adversidades de la vida o seremos apóstoles tristes, amargados, frustrados y derrotados.
El éxito en la evangelización no esta en la cantidad de personas que evangelizamos, no esta en los resultados que nos vienen. El éxito en la evangelización esta en la sumisión al Espíritu Santo. Él es la alma de la Iglesia, es Él que inspira, trae, dirige y coordina los tiempos en que vivimos.
Necesitamos de la audacia de Brenabé, audacia de someterse al Espíritu para que él conduzca, ilumine, coordine lo que nosotros debemos hacer. Mandar no es tan difícil, peor obedecer es la gran obra de Dios en nuestra vida. Aquí se trata, especialmente, de obedecer a Dios, de escucharlo y ser dócil con Él.
Un hombre audaz en el Espíritu se convierte, realmente, intrépido cuando sabe someter y obedecer la voz del Espíritu.
¡Dios te bendiga!