11 Sep 2023

Sea sensibles a las necesidades del prójimo

“Ocurrió que, otro sábado, entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si curaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos». el se levantó y permaneció de pie” (Lc 6, 6-8).

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Mis hermanos y mis hermanas, a veces, nuestro fervor religioso, en los momentos de oración y celebraciones, nos convierte poco ciegos para algunas realidades muy evidentes que están muy cerca de nosotros. Fue lo que ocurrió, aquí, en el episodio narrado en el Evangelio de hoy.

Existía un hombre con la mano seca en el medio de la sinagoga, pero las personas solo se dan cuenta cuando la “dichosa” regla de la observancia del sábado es rota por Jesús.La atención no se vuelve para la necesidad de aquel hombre, la atención se vuelve cuando la regla es rota, entonces sí todos se dan cuenta de que existe un hombre, allí, de la mano seca, necesitado de la gracia de Dios.

Pero Jesús es un Maestro de la Pastoral, Él pone aquel hombre en el centro – en el centro no para exponer su limite, y sí para recuperar su dignidad. Cuantos hermanos nuestros celebran la Eucaristia allá en el fondo de la iglesia, atrás de las columna o ni van a nuestras celebraciones porque se sienten excluidos, se sienten menos, desvalorizados, o entonces avergonzados debido una situación. Y, muchas veces, no es por abandono o descumplimiento del precepto, pero porque no fueron acogidas con respeto y caridad en sus debilidades.

Si nuestra vida espiritual no nos hace más atentos a las necesidades de los demás, es un punto a ser cuestionado en nuestra espiritualidad

Aquel hombre estaba en el rincón, estaba apartado y Jesús lo trae para el centro. Jesús se ha dado cuenta que había allí en la sinagoga un hombre de mano seca, pero vários otros de corazón seco. Jesús necesitaba sanar la mano de aquel hombre, pero también sanar la forma enferma con que los otros guardaban el sábado. Tenían una mano seca, pero tenían muchos corazones secos que prestaban el culto solo de la boca para fuera y no eran mínimamente atentos a las necesidades de las personas.

Y mira que, en aquella sinagoga, no es que tenían, allí, diez mil personas, la sinagoga era muy pequeña, la sinagoga es una realidad muy restricta, muy comunitaria, entonces, faltaba atención a las necesidades de aquel hombre.

Muchas veces, somos así: nos perdemos en nuestros grupos, en la cantidad de personas, y entonces queda descuidado. ¡Queremos traer las personas y no tomamos cuenta de ellas!

Si nuestra vida espiritual no nos hace más atentos a las necesidades de los demás, es un punto a ser cuestionado en nuestra espiritualidad. Si nosotros decimos que amamos a Dios y prestamos culto a Él, tenemos que ser sensibles a las necesidades de los demás.

Santa Dulce de los pobres hizo del gallinero del convento un refugio para los hambrientos y habitantes de la calle. Una mujer profundamente mística y profundamente sensible al sufrimiento del prójimo. La obra de la Hermana Dulce creció, se expandió; hoy, en Salvador, es una obra hermosa que atiende a muchas personas, porque ella fue una mujer muy intima de Dios, pero también muy atenta a las necesidades del otro.

¡Que la Palabra de Dios convierta nuestros corazones!

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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