“Y seis días después tomó Jesús á Pedro, y á Jacobo, y á Juan, y los sacó aparte solos á un monte alto; y fué transfigurado delante de ellos. Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. Entonces respondiendo Pedro, dice á Jesús: Maestro, bien será que nos quedemos aquí” (Marcos 9, 2-5).

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La montaña, en el contexto bíblico, siempre nos va presentar un lugar de la presencia de Dios, de la manifestación de Él que se manifiesta en estos altos lugares, lugares a la aparición de Dios, es decir, lugar del encuentro con Dios, de la cercanía con Él, lugar de la oración, es donde Él manifiesta Su presencia y presenta Su propuesta para la humanidad.

Recordamos Moises que subía en la montaña para estar con Dios, y fue en la montaña que Dios le ha dado las tablas de la Ley. Es el lugar del pacto y de la alianza con Él, la alianza que Él consolido con Abraan; y, a partir de él, permaneció fiel también todo el pueblo elegido.

En el Evangelio de hoy, Jesús eligió tres de Sus discípulos: Pedro, Tiago y Juan para estar con Él en la montaña, donde Jesús manifiesta a estos tres discípulos una visión de Su gloria.

Estamos caminando para el calvario y, aquí, Jesús lleva para vivir esta anticipación de la gloria, Jesús se transfigura y revela su gloria para estos discípulos para que ellos no dejen su fe cuando venga las probaciones, para que, cuando ellos se deparen con las probaciones, no abandonen la fe.

Cuaresma es tiempo de vivir un tiempo profundo de oración, un tiempo profundo de encuentro con Dios

Eso nos enseña, mis hermanos, que también necesitamos siempre tener esta actitud de subir en la montaña de oración, hacernos nuestra experiencia también de encuentro con Dios. En la oración, encontramos con Dios y, en la oración, Él nos revela Su hijo único – como la Palabra nos va decir: “una voz de la nube, que dijo: Este es mi Hijo amado” (Mateo 17, 5).

El Padre que nos revela el Hijo y nos invita a escuchar a Él. ¿Escuchar para que? Escuchar para pertenecernos seguros cuando venir la probación, cuando venir los días difíciles, estaremos seguros, porque vamos haber escuchado el Hijo, vamos haber escuchado Jesús.

El discípulo es ese que escucha y acoge Jesucristo; acoge Su voluntad y Su querer, y, en la experiencia de la montaña, es decir, en la experiencia de la oración, encontramos Jesucristo vivo, resucitado, glorioso y triunfante sobre el pecado y la muerte. Es esta profunda experiencia espiritual que los discípulos vivirán aquí, descritas en las ropas blancas y brillantes de Jesús, que ellos hicieran y así pudieran permanecer seguros.

Fue una experiencia tan profunda, que Pedro dijo a Jesús: “Señor, bien es que nos quedemos aquí: si quieres, hagamos aquí tres pabellones: para ti uno, y para Moisés otro, y otro para Elías”(Mateo 17, 4), pero es necesario bajar también. Cuando bajamos en la montaña, estaremos fortalecidos por la oración.

Cuaresma es tiempo de vivir un tiempo profundo de oración, un tiempo profundo de encuentro con Dios, un tiempo de estarnos en la montaña, solos, juntos con Dios.

Que tu puedas vivir esta experiencia en esta Cuaresma, la experiencia de encontrar con Jesús y ser fortalecidos por medio de esta experiencia de Cristo resucitado.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!