En aquel tiempo, Juan estaba de nuevo con dos de sus discípulos y, viendo pasar a Jesús, dijo: «¡He aquí el Cordero de Dios!» Al oír estas palabras, los dos discípulos siguieron a Jesús.” (Juan 1, 35-42).

En el seguimiento de Jesús

Hermano, hermana mía, quien reconoce en Jesús al Mesías, es decir, aquel que vino de parte de Dios, que vino para traer una propuesta de vida verdadera, deja todo para seguir a Jesús. Y seguirlo significa caminar tras Él, recorrer el mismo camino que Él recorrió. ¿Y qué necesitamos aprender de estos dos discípulos? ¿Cuál fue su reacción? La reacción fue inmediata: lo dejaron todo, siguieron a Jesús, lo reconocieron como Señor y Salvador.

Y ahí, hermano mío, no hay lugar para la duda. Cuando tengo la convicción de que Jesús es el Señor y es a Él a quien debemos servir y es a Él a quien debemos seguir, no puede existir espacio para dudas.

En el corazón de aquellos dos discípulos, no hubo espacio para dudas ni para excusas, porque, hermanos míos, si buscamos excusas, vamos a postergar nuestra decisión de simplemente seguir a Jesús. No se puede postergar. Yo, padre Ricardo, no puedo postergar mi decisión de seguir a Jesús.

Juan insinúa que muchas personas siguen a Jesús por motivos erróneos, buscando en Él la realización personal. Esto es un gran peligro en el seguimiento de Jesús, pues seguirlo para tener privilegios, comodidades, para tener poder son motivos erróneos conforme dice San Juan. Él está insinuando que, para seguir a Jesús, necesitamos dejarlo todo, dejar todas nuestras voluntades; y esto es lo más difícil, está lejos de ser la verdadera propuesta de Jesús.

La verdadera propuesta de Jesús es que, dejándolo todo, sigamos solamente la voluntad de Dios. Por eso, hermanos míos, cuando los discípulos llaman a Jesús “Rabí”, ¿están indicando qué? La entera disposición de seguirlo. Están dispuestos a aprender con Jesús su modo de vida, están dispuestos a estar cerca de Él y dejar que Él renueve la vida de cada uno de ellos.

La invitación de Jesús significa que Él acepta la pretensión de los discípulos, y los invita a seguirlo.

Pidamos al Señor esta gracia del seguimiento, la gracia de dejarlo todo, de renunciar a sí mismo y hacer como estos dos discípulos. No tener miedo, no postergar, sino caminar al lado de Jesús.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!