“En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud con sus discípulos y les dijo: Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8,34-9,1).
Si quieres ser discípulo…
Bueno, para empezar, existe aquí en el texto que acabamos de escuchar del capítulo 8 del Evangelio de Marcos, una conjunción condicional, que es el “ei” en griego, traducido al español como “si”. Este término indica que para que todas las demás afirmaciones que siguen tengan validez, ha de observarse esta premisa que es tan minúscula en su morfología, el “SI”, dos letritas, pero que revela toda la seriedad de una respuesta, en caso de que esta respuesta sea positiva, si tú, de hecho, quieres seguir a Jesús.
Al seguimiento de Cristo, nadie está obligado.
Puedes incluso creer que Jesús es muy buena onda, muy chévere, una persona muy buena, amable, muy poderosa. Puedes incluso realizar, dentro de nuestra realidad cristiana, muchos actos que tienen apariencia de cristianismo, que están camuflados, digamos así. Incluso casarte por la iglesia, puedes bautizar a tu hijo, puedes entrar en una fila de comunión cuando te sea conveniente, puedes hacer todo eso sin querer ser un discípulo de Jesús. ¡Eso es duro!
Por eso, volvamos aquí a la conjunción “si”. Si tu respuesta es querer seguir a Jesús, entonces sí, todo cambia de figura, porque aquello que era condicional ahora pasa a ser vinculante, pasa a ser responsabilizante. Entonces, Jesús ahora nos da una serie de instrucciones, una serie de exhortaciones, en alto y buen tono de voz, para quien quiere ser su discípulo.
“Arnéomai”, que quiere decir “renuncia a ti mismo”. La traducción original es “niégate a ti mismo”, declara no tener conocimiento o vínculo contigo mismo, olvídate de ti, pierde el interés propio. Son expresiones fuertes que no tienen nada que ver con el pedido de anulación de la dignidad de la persona, no es eso, de nuestra identidad. Al contrario, Jesús pide que nos lancemos en él, que pongamos en él todo aquello que somos, que nos perdamos en él, para después encontrarnos. ¡Renuncia a ti mismo!
Después, “levanta tu cruz”, no es solo “toma tu cruz”, levanta tu cruz. ¡Asume tu cruz! No es solo colgar un cordón con una linda cruz, sino asumir las tribulaciones que te unen a Jesucristo en el misterio de su sufrimiento.
¡No niegues tu cruz y después ven y sígueme!
Sé discípulo de Jesús, porque es propio del discípulo andar detrás de su maestro, nunca delante de él, nunca pretender hacer el camino solo, sino siempre depender total y exclusivamente del maestro. Si quieres ser discípulo de Jesús, sé muy bienvenido a este camino con Él.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!