“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Mt 13, 16-17).

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Mis hermanos y hermanas, hoy, 26 de julio, la Iglesia celebra la memoria de San Joaquín y Santa Ana, los abuelos de Jesús. No existen relatos bíblicos sobre ellos. No sabemos si tuvieron la oportunidad de estar con Jesús en su vida pública, si escucharon alguno de sus sermones, si estaban vivos en el momento de la muerte de Jesús. Los conocemos por una única mediación: la Virgen María. Fue a través de ese fruto bendito que podemos conocer a esos dos troncos benditos.

Hagamos un elogio a estos dos abuelos, los más famosos de la humanidad. No estamos hablando de la fama pagana que normalmente conocemos. La fama equivale a la virtud, que es tan fecunda que trasciende generaciones. Así como también honramos el nombre de la Virgen María a través de las generaciones.

El papel fundamental de los abuelos en la educación de la fe

Joaquín y Ana transmitieron a María los valores de un corazón que teme a Dios y que lo ama por encima de todas las cosas. Los dos le enseñaron a María lo que significa la misericordia, la bondad, la fidelidad a los compromisos y tantas otras virtudes que vimos presentes en la vida de María. ¡Y qué nieto le dieron al mundo: a Cristo! ¡Qué legado dejaron a la humanidad! Si no vieron crecer a su nieto en esta vida terrenal, ahora reinan junto a Él en la gloria celestial.

Por eso, hoy, abuelos, enseñen a sus nietos a amar a Dios. Nietos, escuchen más los consejos de sus abuelos, es importante, es sabiduría. En este día, por intercesión de San Joaquín y Santa Ana, pidamos a Dios las bendiciones del cielo para nuestros abuelos.

Si todavía los tienen vivos, recen por ellos, visítalos, pasen tiempo con ellos, sienta para escucharlos, sus historias, la sabiduría que viene del corazón de estas personas ilustres. Incluso si tienen defectos, fallas, pecados en el pasado, déjenlo atrás. Pero si ya están en la gloria de Dios, hagan una oración por ellos hoy y agradezcan al Señor por esas personas que también fueron canales para que ustedes llegaran a este mundo.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!