“Mientras bajaban del monte, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías debe venir primero?”. Jesús respondió: “Elías seguramente viene y pondrá todo en orden. Pero yo les digo: Elías ya vino, pero no lo reconocieron. Al contrario, hicieron con él todo lo que quisieron. Así también el Hijo del hombre será maltratado por ellos”. Entonces, los discípulos comprendieron que Jesús les hablaba de Juan el Bautista” (Mateo 17, 10-13).

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Reconocer la acción de Dios

En este día en que celebramos la memoria de Santa Lucía, Virgen y Mártir, pidamos su intercesión para que tengamos un amor inquebrantable por Cristo. Esta es la gran invitación de la liturgia en el día de hoy: que tengamos un amor inquebrantable por Cristo.

La joven Lucía prefirió perderlo todo, incluso sus ojos y la propia vida, antes que renunciar a su pertenencia a Cristo. Por eso es venerada como modelo de pureza para nosotros y también como patrona de los que sufren algunas dificultades referentes a la visión, tanto física como espiritual.

Pidamos la intercesión de la virgen Santa Lucía para las dificultades de nuestra visión física, pero también por las veces en que no logramos ver las realidades espirituales. ¡Que ella sea nuestra intercesora!

Descender a la realidad de la misión

En el Evangelio de hoy, vimos que Jesús y los discípulos descienden del monte de la transfiguración. ¿Y qué sucede tras este descenso?

Al bajar del monte, los discípulos traen en el corazón todavía el impacto de la transfiguración, el impacto de la experiencia de Dios. Podríamos decir un cierto destello de la gloria divina.

El descenso es simbólico, porque Jesús los conduce de vuelta a la realidad de la misión, donde hay sufrimiento, dolor que no fue presenciado ni vivido en la experiencia de la transfiguración. Cuando bajamos, encontramos rechazo, encontramos también la cruz.

Estos tres discípulos, después, vivirán una experiencia del sufrimiento más profundo de Jesús también en Getsemaní.

Seguir a Cristo en lo cotidiano

La pregunta sobre Elías revela la dificultad humana para reconocer los signos de Dios en la historia concreta.

Juan el Bautista, que ya vino y fue rechazado, anticipa el destino del propio Cristo. Hay, entonces, una revelación subyacente a esa pregunta, y también nuestro llamado a seguirlo en lo cotidiano. También Juan el Bautista nos revela esta realidad.

Sigamos a Cristo en nuestro día a día, sigamos a Cristo en nuestra cotidianidad, y que su gracia nos conduzca también a otras personas en misión, porque necesitamos bajar del monte.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!