‘‘Habéis oído que fue dicho: Ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al mal’’. (Mateo 5:38-39)

Romper con la venganza

Hermanos y hermanas, en este sábado, Jesús nos invita a romper en nuestra vida con todo tipo de vicio, todo ciclo de venganza, y somos invitados a responder al mal con el bien.

Nosotros, los cristianos, estamos invitados en todo a promover siempre el bien; no podemos vivir de venganza, no podemos vivir de rencor, no podemos vivir de ira en este mundo.

La verdadera fuerza cristiana no es la fuerza de la violencia, recordémoslo, sino la de la renuncia y la paciencia.

Entonces, la actitud de perdonar y ofrecer la otra mejilla es una señal del amor de Dios, del amor que Dios nos ofrece y del cual también estamos llamados a ser canal en este mundo.

Entonces, debemos recordar la actitud de Jesús que se entregó por amor a nosotros, en primer lugar; pero Él también pasó por un proceso de sufrimiento.

Entonces, Jesús ofreció la otra mejilla, Jesús fue crucificado, pero el objetivo de todo esto no era el sufrimiento por el sufrimiento; no es que fuera un tonto, en realidad, sino porque tenía un objetivo: todo aquello fue por amor.

Porque amaba mucho a Dios y sabía que la única fuerza capaz de transformar el mundo no es la fuerza de la violencia, sino que la única fuerza capaz de transformar el mundo es, de hecho, el amor.

Y nosotros somos cristianos y estamos insertos en esta realidad del amor, primero a Dios.

Porque, al amar a Dios en este mundo, voy a fecundar todas las realidades de tinieblas con este amor que transforma, este amor que es una persona.

Con este amor que transforma, con este amor que es una persona.

La actitud de perdonar y ofrecer la otra mejilla, como vimos en el evangelio, es una señal del amor que Dios nos ofrece y del cual estamos llamados a ser canales en este mundo.

Ese amor es una señal clara del reino de los cielos, que no vence con la fuerza, sino que vence con la entrega, como Jesús venció.

Entonces, no debemos devolver mal por mal.

Cuántas veces las personas lanzan palabras de acusación sobre nosotros y queremos, somos impulsados, a devolverles con la misma moneda.

Pero este no es el camino.

¡Entonces, que el Señor nos enseñe el arte del silencio!

Guardemos silencio para que la gracia de Dios actúe en nosotros y, actuando en nosotros, actúe también en el corazón de aquellos que nos persiguen, para que vivamos el evangelio tal como se nos presenta aquí.

Entonces, ninguna palabra de maldición nos alcanzará, porque somos hijos de la bendición.

Ninguna palabra de maldición tendrá efecto alguno contra ustedes.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!