19 Aug 2021

Respondamos a la invitación que Dios hace a nuestro corazón

“Los servidores salieron inmediatamente a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, de modo que la sala se llenó de invitados” (Mt 22, 10).

En la parábola de hoy, Jesús compara el Reino de los Cielos con la historia de aquel rey que preparó la fiesta del matrimonio para su hijo, de su hija, la primera cosa que te preocupas es con aquella famosa “lista” de invitados. Tú estableces prioridades: quien es cercano, quien es amigo, quien son los padrinos, y tu invita a ellos.

Que frustración es cuando tu piensa en alguien, cuando tu dejas de lado algunos y pones aquella persona, aquel otro, aquella otra como prioridad, y aquel que has pensado, que has tenido amor y cariño para llamarlo, él te das disculpas de que no puede, que no va dar, que tiene otros compromisos o queda muy feliz con la invitación, pero no puede estar. Sin contar aquellos que ni responden que no pueden estar y tampoco comparecen. Yo pienso, cual sea la frustración del corazón de quien ya preparó cualquier recepción y aquellos invitados que no fueron, recusaron la invitación y tampoco dieron disculpa, muchas veces, conveniente.

Muchos recusan, se comportan con la indiferencia, no dan valor al llamado, a la invitación de gracia

Es necesario decir que en el Reino de los Cielos es así: Dios invita a sus hijos, Él invita aquellos que parecen ser los buenos, los más sensatos y mucha gente está dando disculpas: “No puedo”, “Estoy ocupado”, ‘Tengo compromisos”.

Primero, es verdad que esta parábola es vuelta al pueblo de Israel que fueron los primeros invitados, fueron los primeros dignatarios del banquete del Reino de los Cielos. Y el Novio, el Hijo, es el Hijo de Dios, Él vino ….. ¡Y cuantos se comportan, en la época de Jesús, con indiferencia!

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¡No hay problema! Ya que los invitados no pudieran venir, el padre mandó que los empleados pudieran salir para llamar todos aquellos que encontrasen por las calles, y llenaran la casa para la fiesta. Mira, mandó llamar y revistió aquellos que estaban en las calles, despreciados, vestirán ellos con ropa de la dignidad, con ropa evangélica, revestiran con traje de las fiestas de los Cielos. Quien no era digno, Dios hizo considerarse digno.

Por eso, en el Reino de los Cielos, no hay distinción entre quien es bueno, entre quien es justo y quien parece ser injusto. Todos son invitados, nosotros es que somos selectivos y, muchas veces, discriminatorios; nosotros es que relativizamos y dejamos las personas de lado.

Dios no excluye a nadie, todos son invitados, todos son llamados. Es necesario decir que muchos recusan, se comportan con indiferencia, no dá el valor al llamado, a la invitación de gracia; y muchos se comportan como ese hombre que llegó de improviso, pero estaba sin la dignidad, sin la ropa, sin la preparación, sin la entrega, sin el traje oficial y, por eso, fue echado para fuera.

Es necesario responder a la invitación que Dios hace a nuestro corazón cada día. ¡Si esta palabra está llegando a ti, es porque tu estas invitado! Por favor, no haga indiferencia,, no des disculpa, porque el Señor te llama para el banquete, el Señor te llama para hacer fiesta de las nupcias reales de Su Hijo Jesús. De la mejor respuesta y te prepares dignamente para eso.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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