“Unos Magos que ve nían de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos recién nacido? Porque hemos visto su estrella en el Oriente y venimos a adorarlo.» Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra” (Mateus 2,1-2.11).
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Estamos hoy en la celebración de la Epfanía del Señor. Epifanía significa “manifestación”, Dios se manifesto en la debilidad de un niño. Este es el gran absurdo de la historia de la humanidad; el maior absurdo, Dios hacerse tan débil en un niño.
Pero vamos a los personajes que nosotros destacamos del Evangelio de hoy: los Magos. Los Magos necesitan ser comprendidos, ¿lo no es? Los Magos eran hombres sabios — por favor, no confundamos los Magos con brujos o cosas del tipo —-, eran interpretes de sueños.
Y mira, ellos son convocados aquí para interpretar el maior sueño de Dios. “Sueño”, aquí, nosotros entendemos el designio de Dios por la humanidad, la voluntad de Dios por la humanidad. Estos hombres son llamados para interpretar el maior sueño de Dios: Su Hijo, Jesús, la llegada de Su Hijo Jesús.
Cuando reconocemos Jesús, el efecto es la apertura de corazón, es ofrecer nuestra vida para Él
Y nos habla la Palabra que ellos son del Oriente. Oriente es el lugar donde el sol nace, pero sin el Cristo ellos permanecerían en la oscuridad. Y es así, estos hombres sabios, de grande conocimiento y sabiduría dan para nosotros esta idea y esta certeza: ninguna ciencia o ningún sabio de este mundo puede contribuir con la humanidad si tiene Cristo como el fenómeno a ser observado, y observado muy cercano y con corazón. La ciencia necesita doblarse a eso.
Y pobre de la ciencia cuando ella no dobla a eso, nosotros vemos en el mundo de hoy cuantas consecuencias dramáticamente y crueles que la propia ciencia recoge cuando no considera el maior fenómeno: Jesucristo, el Señor.
Estos hombres sabios, estos hombres de ciencia, recogen la manifestación de Jesús, recogen el Señor y se acerca de Él; van para adorar a Él. “Proskineo”, que es el termino griego aquí, es un acto de adoración, de postración, y así ellos lo hicieran.
Nos habla la Palabra que al entrar en aquella casa, ellos se arrodillaron, se pusieron delante de JEsús y adoraron a Él como Señor y Salvador. ¿Y cuál fue hecho de esta adoración, de este acto de reconocimiento? Ellos ofrecieran sus dones, abrieran los cajas fuertes de corazón y presentaran regalos.
Cuando nosotros reconocemos Jesús, el efecto es la apertura de corazón, es ofrecer nuestra vida, es ofrecer todo lo que tenemos y somos para Él, porque nuestra vida pasa a no tener más sentido si no tiene Jesús como Señor y como Salvador.
Regalos inusitados para un niño: oro, incenso y mirra, no es regalos comunes para regalar en una fiesta pero, en realidad, este niño no era cualquier niño, era el Señor. Y para Él el oro de Su realeza, el incenso de Su divinidad y mirra para consagrar Su cuerpo resucitado. ¡Era muy significativo, ellos estaban delante de Dios!
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!