“En aquel tiempo, entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor. Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Lucas 9, 46-48)
Para que puedas reflexionar y comprender el vídeo necesitas ‘accionar el subtitulo en español’:
Mis hermanos y hermanas, estamos en la conclusión de nuestro mes de septiembre. Aquí, en la Iglesia de Brasil, el mes de septiembre está dedicado a la Palabra de Dios, el mes de la Biblia. Y estamos concluyendo este mes hoy, celebrando la memoria de San Jerónimo.
La preocupación de los discípulos, aquí en el Evangelio, como dije, era quién era el mayor. Jesús responde a este absurdo tomando a un niño, acercándolo a él y diciendo: “Quien reciba el reino de Dios como un niño, este será grande a los ojos de Dios”. Esto nos garantiza una recompensa, es decir, la disponibilidad del reino de Dios en la simplicidad.
Reino de Dios en la simplicidad
La Palabra de Dios es para nosotros ese medio eficaz para ayudarnos a crecer en la fe, a madurar nuestra experiencia. Como la Palabra de Dios, por ejemplo, la experiencia de escuchar, diariamente, una homilía, la Palabra de Dios siendo meditada… ¡Cómo nos ayuda esto! He recogido, por donde paso, tantos testimonios de personas agradeciendo la oportunidad de tener aquí en nuestro canal una homilía diaria para ayudar a las personas a tener este contacto con la Palabra de Dios. Dicen: “Esto lo quiero aprovechar, porque hoy celebramos a San Jerónimo”.
San Jerónimo dedicó gran parte de su vida para que la Palabra de Dios llegara hasta nosotros, en nuestra lengua. San Jerónimo estuvo allí, recluido, en Belén, en Tierra Santa, para traducir el texto del Nuevo Testamento escrito en griego al latín, la Vulgata; y, a partir del latín, tenemos la Palabra de Dios en portugués, en francés, en español, en inglés, en todas las lenguas, gracias al arduo trabajo de este hombre. Por eso, en palabras de San Jerónimo, ¡ignorar las Escrituras es ignorar al propio Cristo!
No podemos ignorar la Palabra de Dios. Necesita tener un lugar especial en nuestra vida para que crezcamos y maduremos en la experiencia con el Señor. Por eso, busquemos la fidelidad del contacto con la Palabra de Dios todos los días. Alimentémonos con este alimento sólido capaz de cambiar nuestra vida y de hacernos, de hecho, discípulos de Jesús.
Una tarea: No dejen de meditar la Palabra de Dios todos los días.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!