“En aquel tiempo, mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mt 12, 45-50).

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Mis hermanos y hermanas, hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. Y en el día de la Virgen del Carmen, estamos llamados a reflexionar sobre nuestra pertenencia a la familia de Cristo. Es lo que nos propone el Evangelio. No por la sangre, sino por la vivencia del Evangelio, nos hacemos miembros de la familia de Dios. No por el apellido que pudiéramos tener de Jesús, sino simplemente por nuestro nombre que fue pronunciado en el día del bautismo y nos hizo partícipes de la gracia de ser contados entre el número de los hijos de Dios. Esa es la gracia que recibimos.

María es doblemente Madre de Jesús, por la carne y por el cumplimiento de la voluntad de Dios. Cumplimiento que llegó a la perfección cuando, a los pies de la cruz, María se une a su hijo, crucificando junto a él su corazón inmaculado. Ella hizo perfectamente la voluntad de Dios.

La alegría de pertenecer a la familia de Dios

Ni la madre de Jesús se arrogó el privilegio de sentarse en las primeras filas cuando Jesús hacía su discurso. Vieron en el Evangelio, María estaba del lado de fuera con los llamados hermanos de Jesús, pero, en realidad, eran parientes cercanos. Es de una humildad tremenda la actitud de María, que no quiere ser privilegiada con los lugares en esta tierra, porque María piensa en las moradas eternas.

Una bella enseñanza para todos nosotros, que, muchas veces, instintivamente, queremos los privilegios. Por nuestra naturaleza corrompida, queremos los privilegios de este mundo, muchas veces nos apegamos al nombre de nuestra familia, sobre todo, si eso nos da cargos y honores. Todo eso va a pasar. Lo que contará al final es si hicimos la voluntad de Dios.

Por eso, quien está dentro de los principios del Reino de Dios, ese sí pertenece a la familia de Dios. En palabras de Jesús: “Es mi hermano, es mi hermana y es mi madre”. Nosotros queremos pertenecer a la familia de Jesús. Por eso, hagamos en todo la voluntad del Señor.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!