Quien ve verdaderamente en la mirada de Dios, necesita realmente ver lo que es cada cosa
“El ciego, que comenzaba a ver, le respondió: «Veo hombres, como si fueran árboles que caminan. Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad” (Mc 8, 24-25).
Hoy, acompañamos la llegada de Jesús a Betsaida. Allí, algunas personas trajeron para Él un ciego y clamaban para que Él lo sanase. Jesús tocó en sus manos y, después de escupir en sus ojos, puso las manos sobre él, y pregunto: “¿Ahora tu estas viendo?”. Aquel hombre respondió: “¡Estoy viendo hombres como si fuera arboles; son hombres pero solo los veo así, como arboles!”.
Sabemos que el arboles es “cosa”, mismo que sea de la naturaleza ella es un objeto; Muchas vees, nosotros parecemos ver, pero no vemos debidamente las personas y las cosas. No conseguimos distinguir lo que son cosas que son personas, es decir, las personas vemos como cosas; y cosas como personas.
Quien ve verdaderamente la mirada de Dios, necesita realmente ver lo que es cada cosa. No podemos transformar el ser humano en un objeto de placer, de valor financiero; tampoco ver en mis interés, y así por delante.
Cuando no conseguimos mirar para las personas con mirada pura, significa que aún no fuimos sanados de nuestra ceguera. Cuando Jesús toco en aquel hombre, él pasó a ver, aún más no ver de forma correcta. Por eso, Jesús necesito sumergir nuevamente en la gracia para tocar en las miradas de aquel hombre, para que pueda ver claramente.
Dios quiere ver de forma clara. Aún que físicamente podamos tener alguna deficiencia en nuestra visión, la interior estar toda iluminada con la mirada de gracia. Entonces, vamos parar de hacer distinción de personas, parar de rotular seres humanos; y parar de transformar cosas en personas.
La mirada de la gracia de Dios en nosotros, nos da la gracia de ver cada cosa en su lugar y la gracia de ver, con claridad, la presencia de Dios donde Él esta.
¡Dios te bendiga!