02 Nov 2018

Que la esperanza sea el motor a motivar nuestra vida

Que la esperanza de la eternidad, sea el motor para motivar nuestro corazón a tener siempre más confianza y esperanza en el Señor

“Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día” (Jn 6,40).

Hoy, celebramos el día de los fieles difuntos, de todos aquellos que ya partieron para la eternidad. Algunos ya triunfan en la gloria celeste, donde celebramos el día de todos los santos, pero muchos padecen en el purgatorio esperando la purificación para también formar parte del festín celeste. Celebramos nuestra comunión con esta iglesia víctima, celebramos la comunión con los nuestros que ya partirán para otra vida.

La esperanza es importante en este día. Sabemos en quien ponemos nuestra esperanza, es en el Cristo Jesús, nuestro Señor. Nuestro Dios es el Dios de la vida y no el Dios de la muerte, Él transforma nuestra muerte en vida eterna, vida que nadie más podrá robarnos. ¡Es esta esperanza que debe siempre mover nuestro corazón!

El día de hoy no es un día de tristeza, puede ser un día de nostalgia porque las personas que amamos están dentro de nosotros, dejaran una marca en nuestra alma y corazón. Podemos y debemos echar de menos de estas personas amadas y queridas; son parientes, familiares, amigos, personas que hacen parte de nuestra historia y de nuestra vida, además, ellos ya fueron para donde nosotros también iremos.

En Dios todos nosotros encontramos, Él reúne toda su familia en un solo lugar. Ellos fueron primero que nosotros, ya están participando de lo que Dios preparo para quien lo ama, y también estamos preparando para ir.

El día de hoy necesita ser un día de reflexión sobre nuestra propia vida. ¿Cómo estamos guiando nuestra vida? ¿Cómo estamos preparando para participar de la eternidad? ¿Estamos guardando nuestro lugar en el Cielo? ¿Estamos cuidando de la casa que el Padre nos preparó en la eternidad?

Es Jesús que nos dijo, nos dio esta certeza y esperanza: “¡En la casa de mi Padre hay muchas moradas!”. Entonces, allí tiene una morada para cada uno de nosotros y necesitamos cuidar de ella. ¿Cómo vamos cuidar de esta morada en el Cielo? Viviendo bien nuestra vida aquí en la Tierra; siendo honestos, justos y fieles a Dios, viviendo nuestra fe con intensidad y confianza sin jamás dejarnos desanimar por todo lo que enfrentamos de contrariedades y dificultades en esta vida.

Que la esperanza de la eternidad, sea el motor para motivar nuestro corazón a tener siempre más confianza y esperanza en el Señor.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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