“Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre. Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo” (Jn 14, 12-13).
Es necesario tomar posesión de estas palabras porque son palabras de la vida eterna. Es Jesús quien esta diciendo que todo lo que hacemos en Su nombre al Padre, Él realizara, pero nosotros no tenemos utilizado el nombre de Jesús. Y, “usar el nombre de Jesús”, no es usar como si solo estuviésemos aprovechando, por el contrario, es tomar posesión del nombre de Jesús, es vivir y llevar la vida en nombre de Él.
Jesús quien nos da vida, quien murió por nosotros, resucito para nosotros y esta en nuestro medio. Vivimos como si no tuviésemos nadie por nosotros, pero nosotros tenemos a Jesús, nuestro Maestro y Señor.
El nombre de Jesús necesita estar en nuestro corazón, en nuestros pensamientos e intenciones, necesitamos llevar la vida en nombre de Jesús, necesitamos tener la vida de Jesús en nosotros y nuestra vida necesita estar en Él.
Aquel que cree en Jesús hace obras mayores que Él, no por sí, pero por Jesús que esta en nosotros
Todo que vivimos, pasamos y realizamos necesitamos poner a los pies de Él. Quedamos acumulando cosas que nos estropean, inquietudes, perturbaciones, preocupaciones, acumulando peleas, discusiones, cuando, en realidad, todo lo que inquieta el mundo, necesitamos poner a los pies de Jesús. Todo lo que engendra preocupación a ti, en tu casa, en su familia, en tus negocios, en tu trabajo, en tus estudios, sea en lo que sea, ponga en el nombre de Jesús.
Pongamos todo en la presencia de Él e invoquemos el poderoso nombre de Jesús, porque, si así hacemos, la Palabra nos esta diciendo que aquel que cree en Jesús hará obras mayores que aquellas que Él mismo realizó. Cuando veo las obras de Jesús, la primera de ellas, el amor, después, el despojamiento y la entrega. Algunos entienden obras de Jesús solo por milagros, pero el milagro mismo es Jesús, encarnado y vivo en nuestro medio, muerto por nuestros pecados y resucitado en el poder de Dios.
Cuando creemos en Jesús, la vida de Él se encarna en nosotros, nos despojamos, nos humillamos, nos abrimos para aquello que antes no dejábamos de lado.
Cuando creemos en Jesús, morimos para este mundo tan difícil de morir; cuando creemos en Él, resucitamos a cada día de las heridas, de la depresión, de las opresiones del alma, del espíritu y del corazón, porque, en el nombre de Jesús, las amistades resurgen más fuertes, las relaciones se reconstruyen, los matrimonios resucitan.
Cuando creemos en el nombre de Jesús y ponemos nuestra vida en el nombre de Él, la humanidad se rehace, a comenzar por nuestra propia humanidad dañada, herida y maltratada por el pecado. Aquel que cree en Jesús hace obras mayores que Él, no por sí, pero por Jesús que esta en nosotros.
¡Dios te bendiga!