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“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7, 21).
Hermanos y hermanas, decir “Kyrios, Kyrios” no es la contraseña para abrir la puerta del Reino de los Cielos. Jesús lo dejó bien claro. Kyrios era una de las formas de saludo, era una de las referencias a Jesús en Su soberanía.
La contraseña es poner en práctica la voluntad de Dios, el “thelema”, el propósito de Dios. Aquello que, de hecho, Dios quiere que yo y tú hagamos.
El ejemplo para esta realidad viene del propio Cristo. Como nos recuerda la Carta a los Hebreos 10,7 cuando dice: “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”.
La contraseña es:
¿Se han imaginado si Jesús se hubiera quedado solo en las palabras, solo en la verbalización, en la teoría? ¡Pobres de nosotros! ¡Pero no! Jesús vino de verdad, de hecho, Él se encarnó concretamente, asumió nuestra carne, Él experimentó aquello que dijo.
La vida cristiana es, en el lenguaje de los físicos y químicos, empírica, es decir, está basada en la experiencia, en el día a día, en lo ordinario de la vida, en las luchas, fatigas, pruebas. ¡La vida cristiana es así!
Jesús está exhortando a Sus discípulos a dejar de lado un poco la teoría, los tratados, las expresiones devocionales, y a seguirlo de verdad, de hecho.
Una palabra de amor hace bien, y es muy hermosa, pero un gesto de amor conmueve, sella, da credibilidad a quien está hablando.
El profeta Isaías, en la lectura de hoy, recuerda lo que hará el Señor al final de nuestra vida terrenal: abrirá sus puertas para que entre un pueblo justo, cumplidor de la palabra, firme en su propósito. Vean lo que dice la profecía – lo voy a repetir: Abrirá sus puertas para que entre un pueblo justo, cumplidor de la palabra, firme en su propósito.
¡Qué maravilla ser recibidos así! Esta es nuestra vocación, y aquí está la contraseña de la entrada al reino de los cielos: cumplir la voluntad de Dios, realizar su propósito.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!