04 Aug 2020

Purifiquemos nuestro corazón de todas las maldades

“Lo que entra por la boca no hace impura a la persona, pero sí mancha a la persona lo que sale de su boca” (Mt 15, 11)

Los fariseos y los doctores de la Ley se acercaran de Jesús para cuestionar y interrogar por que Él y Sus discípulos no observaran las tradiciones de los antiguos. No estaban preocupados con la tradición, pero con los rituales, como lavar las manos. Ellos no estaban preocupados con el esencial.

¿De que vale lavar la mano si no lavo el corazón? ¿De que vale cuidar de la apariencia externa, si estoy todo estropeado por dentro? Ese es el peligro de vivir la religión de las apariencias, porque estas son hechas para engañar, iludir, para parecer que esta todo bien. Ocultamos la realidad más profunda de las cosas, por eso no es la cuestión de comer sin lavar las manos.

Es importante lavar las manos para comer, cuidar de nuestra higiene en todos los sentidos y, más que nunca, en el tiempo en que vivimos. Todas las recomendaciones de las autoridades sanitarias necesitan ser obedecidas más que nunca. Es el buen sentido, la verdad y la coherencia que nos mandan hacer estas practicas de higiene.

Lo que menos tenemos hecho es purificar nuestro corazón, libertarnos de las impurezas interiores que están dentro de nosotros

La religión no esta se contraponiendo, por el contrario, esta fortaleciendo lo que manda la ciencia y la conducta humana. Es que, en el aspecto religioso, para un hombre ser limpio no basta ducharse, no basta lavar las manos con todo el esquema de higiene, hacer la barba y bigote, pasar un día en el salón y quedar la persona más linda que quiera ser ¡Eso no basta!

Eso es necesario sin dejar de hacer lo que es esencial. Lo que menos hemos hecho es purificar nuestro corazón, libertarnos de las impurezas interiores que están dentro de nosotros, por eso quedamos una religión chiflado en la mente, en la visión y perdiendo la dirección. Son guías ciegas guiando otros ciegos, y se un ciego guía otro, caen los dos en el agujero.

No enseñe las personas solo lo que ellas deben hacer de precepto externos; enseñe, especialmente, a cuidar del corazón, a limpiar y purificar de las maldades, de las malas intenciones, del mal pensamientos, sentimientos, juicio y de aquello que esta dentro de nosotros y no conviene a nuestra fe.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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