“Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?». El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Marcos 7,5-6).

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Los fariseos y los maestros de la Ley, vivían una serie de rituales de purificación, ellos tenían una preocupación extrema con el cumplimientos de la Ley, de los ritos externos de purificación. Cuidaban del externo, además, se ocultan de cuidar del interior.

Las acciones externas no reflexionan lo que ellos vivían en su interior, y todas aquellas acciones no pasaban de acciones vacias de sentidos Los fariseos no solo vivían prácticas externas como también exigían de los otro, poniendo estos cargos pesados sobre la espalda de otras personas; cargos que ni ellos mismos eran capaces de cargar. Y Jesús, al ver esta actitud, no dudo en ser muy firme con ellos, llamando a ellos de hipócritas.

Deja que el Señor purifique tu corazón y haga con que las actitudes internas transborda en el externo

¡La hipocresía es ese acto de simular, de tener creencias, virtudes, ideas, sentimientos, que la persona en realidad no tiene! Además de no tener lo que ella simula, exige de los demás — No vivo, pero exijo que el otro viva –, y me pongo como modelo, como un ejemplo, pero simplemente de “fachada”.

Jesús — así como en otras pasaje —, condena esta actitud, enseñando lo que realmente importa no es el exterior, pero sí lo que esta en el interior. Las practicas visibles, las practicas externas necesitan ser un transbordar de nuestro interior.

Primeramente, nosotros necesitamos vivir en nuestro interior, dejar con que eso transborde, y entonces sí ser visible exteriormente. Es decir, lo que nosotros hablamos, que nosotros enseñamos, que nosostros predicamos, necesita ser, antes de todo, fruto de una experiencia personas, fruto de una vivencia concreta, de un encuentro personal con Jesucristo.

Honrar el Señor no solo con los labios, pero con el corazón: no solo con las palabras y con los gestos externos, pero honrar el Señor con nuestra verdad, con nuestra vida y con nuestro corazón. ¡Eso sí es el ideal, eso sí es lo que el Señor espera de cada uno de nosotros!

Necesitamos permitir, mis hermanos, que el Señor purifique nuestro corazón de toda hipocresía, de toda simulación, de todo el “comportarse de fachada”, solo para que las personas miren. Pero es el Señor que, necesita ver; y el Señor mira lo que esta en nuestro corazón. Por eso, deja que el Señor purifique tu corazón y haga con que las actitudes internas trasborden en el externo.

Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!