“Entonces dijo al viñador: ‘Mira, hace tres años que vengo buscando fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala, ¿para qué ha de estar ocupando también la tierra?’ Él entonces, respondiendo, le dijo: ‘Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone; y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás después.” (Lucas 13, 6-9)
Frutos en la Vida
Hermanos y hermanas, estamos en el tercer Domingo de Cuaresma, tiempo propicio de conversión, sobre todo el domingo, día del Señor, día de colocarnos más enteramente en la presencia de Dios para escuchar Su Palabra con el deseo de obedecerle también.
Y aquí vemos, escuchamos esta parábola que habla tanto del significado de la higuera, que puede simbolizar también a Israel, el pueblo de Dios y todo lo demás. Pero vamos a pensar, hermanos y hermanas, en esta realidad más práctica de producir frutos, y frutos de vida eterna.
Nosotros somos invitados, en nuestra vida, a producir frutos.
La invitación para que produzcamos frutos de santidad, frutos de amor al prójimo, de perdón, no se restringe al tiempo de la Cuaresma.
Es para nuestra vida entera, es para toda nuestra existencia.
Que, en este domingo, abramos nuestro corazón a esta invitación de producir frutos, pues vimos que, al inicio, Jesús dijo lo siguiente a respecto de esta parábola cuando habló del viñador: “Hace tres años que vengo buscando frutos y no encuentro”. Entonces, el deseo del Señor es encontrar frutos en nosotros, el deseo principal es que produzcamos frutos. La gran invitación para nosotros, en este tercer domingo de Cuaresma, en todo este itinerario que hemos vivido ya a lo largo de estos días, con los propósitos que hemos hecho es para que, de hecho, queramos producir frutos. Entonces, ese es el foco, producir frutos para Dios, producir frutos para el reino de los cielos.
Que esta realidad y también esta semana que se inicia cambien nuestra mentalidad.
Debemos producir frutos para Dios a lo largo de toda nuestra vida. Que sea así en mi vida, que sea así en su vida.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!