05 Apr 2020

Preparamos nuestro corazón para la Resurrección del Señor

“La multitudes que iban hacia adelante de Jesús y los que seguían, gritaban: ‘¡Hosana al Hijo de David! ¡Bendito lo que viene en nombre del Señor! ¡Hosana en el más alto del cielo!” (Mt 21, 9)

Comenzamos la Semana Mayor, la Semana Santa, la semana de gracias en nuestra vida, cuando celebramos los ramos y la Pasión de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

La Iglesia hace cuestión de traer para la Liturgia, de este domingo, dos Evangelios. El primer narra la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; el segundo narra la pasión del Señor, porque las dos cosas están entrelazados y no pueden ser separadas.

El Cristo de la Gloria, el Cristo que esta siendo aclamado en Jerusalén, es el Cristo que va ser juzgado por esta ciudad, va ser condenado y crucificado, pero es también el Cristo que va reinar y resucitar glorioso. No es con la gloria humana que Él ha de reina, pero es con la gloria del Padre.

La gloria de Jesús no son las palmas de los hombres; la gloria de Jesús es la vida eterna que el Padre da a Él y nadie puede quitar. Por eso, no podemos contener ni contentar con glorias humanas, no debemos buscar de ninguna forma. Necesitamos, realmente, glorificar Aquel que es Glorificado y que, en Su vida terrena, ni siquiera busco cualquier gloria humana.

Necesitamos ser la Iglesia que glorifica el Señor, que exalta y proclama como Señor de nuestra vida con palmas, cánticos, alabanzas y acciones de gracias. Aclamemos, proclamemos y exaltemos Jesús como el Señor de la vida. ¡Hosana a Él en el más alto de los Cielos!

La Iglesia que sigue el Señor, en Su gloria, es la Iglesia que sigue el Señor en Su Pasión. Aquellos que quieren glorificar el Señor no pueden olvidarse de que no hay gloria sin Pasión y no se llega a la gloria si no es por la vía crucis, por la vía de la Pasión.

Esta semana, que iniciamos ahora, no nos guía a la Pasión, pero la gloria de la Resurrección

Jesús no se deja iludir por las palmas ni por la aclamación de los hombres, porque Él sabe que días duros, difíciles, crueles y que no es humanos, esperan a Él en Jerusalén. Él esta, allí, para enfrentar todo por amor a cada uno de nosotros, para enseñarnos a vivir, a encarar la vida con sus dramas, sus durezas y pasiones, incluso encarar la muerte.

Es para enseñarnos que el salario de aquel que es fiel y obedece a Dios, de aquel que lleva la vida con dignidad, es la gloria. Por eso, esta semana que comenzamos, no nos guía a la Pasión, ella nos guía para la gloria de la Resurrección.

No llegamos a la gloria de la resurrección sin pasarnos por las pasiones. Y cuando hablo pasiones, no son las pasiones humana, pero la pasión del vivir, de la entrega, la pasión de ser de Dios.

No llegamos a la gloria sin enfrentar la lucha, el sufrimiento y el dolor de cada día. Glorifiquemos y exalta Jesucristo aclamando en Su ciudad, llevemos nuestra cruz de cada día y este unidos al Señor en el misterio de Su Pasión, de Su Muerte, de Su Cruz, para participamos también de Su Resurrección.

Una buena y bendecida Semana Santa para todos nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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