Necesitamos profundizarnos más en la Palabra, conocerla con más intensidad y dejar que ella caiga en nuestro corazón
“Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 19).
Hay una tendencia en el mundo y en la sociedad de vivir el relativismo de las cosas: “No es así. No es de esta forma”. Si hay aquellos que tiene la tendencia de exagerar, de llevar las cosas más allá de la medida, hay aquellos que, realmente, quieren llevar las cosas de cualquier forma, hasta interpretando de forma equivocada la Ley de Dios, la Palabra de Él y Sus enseñanzas.
Podemos tener dificultades para poner en practica la Palabra del Señor, porque nosotros tenemos una lucha dentro de nosotros: hay un hombre nuevo, que brotó del Evangelio, y hay un hombre viejo luchando dentro de nosotros. No podemos dejar prevalecer el hombre viejo, mandando y orientando nuestra vida, para, de esta forma, también enseñarnos a los demás.
Tratamos el relativismo como si fuera sinónimo de misericordia. Sin embargo, ser misericordioso es compadecerse de la debilidad y de la dificultad del otro, misericordia no es transformar el equivocado en cosas correcta, no es simplemente mirar para el mundo y ver todo de equivocado que esta ocurriendo y decir: “Es así mismo. Todos somos hijos de Dios”.
Los hijos de Dios necesitan conocer el camino recto que salva, cura, libera y transforma; y no relativiza la Palabra del Señor, las cosas de Él y Sus mandamientos de ninguna forma! Por el contrario, necesitamos profundizarnos más en la Palabra, conocerla con más intensidad y seriedad, dejar que ella venga en nuestro corazón, realice la obra de Dios en nosotros y va convenciendonos de aquello que el mundo no quiere convencer, de que solo la Palabra transforma nuestra vida.
No vivamos equivocado los mandamientos ni la Palabras de Dios. Y si algo en nuestra vida esta equivocado, permitámonos ser corregidos por Dios, permítanse ser corregidos por una consciencia recta, serena, verdadera. No aplaudimos, enseñemos ni llevemos nadie para la practica del error, para aquello que no esta de acuerdo con la voluntad de Dios.
La misericordia del Señor ayuda todas nuestras debilidades y nos conduce para la verdad; ella no nos deja atascados en el error. Levantémonos de una conciencia floja, para tener la conciencia recta y dirigida de acuerdo con la Palabra del Señor.
¡Dios te bendiga!